“¿Quien teme a Virginia Woolf?” (1962) de Edward F. Albee (Washington DC 1928)
“Who’s afraid of Virginia Woolf” fue estrenada en Broadway en el Teatro “Billy Rose” el 13 de octubre de 1962. La obra ganó varios premios, entre ellos el Premio Tony a la mejor obra y el Premio de la crítica de Nueva York. Se desestimó su candidatura para el premio Pulitzer al mejor drama por el lenguaje obsceno y de fuerte contenido sexual de la obra.
En Madrid la obra se ha representado en varias ocasiones:
En 1966 en el desaparecido Teatro Goya con dirección de José Osuna y Mari Carrillo como Martha y Enrique Diosdado como George, Lolita Losada (Honey), Ricardo Garrido (Nick). A este montaje acudió el autor, Albee, para ver el estreno en España de su obra.
En 1986 en el Centro Cultural de la Villa con dirección de Esteban Polls y el siguiente reparto: Martha (Luisa Fernanda Gaona), Enrique Ciruana (George), Karmele Aramburu (Honey), Gari Piquer Douglas (Nick).
En el año 2000en el Teatro Albéniz con Nuria Espert (Martha), Adolfo Marsillach (George), Marta Fernández-Muro (Honey) y Pep Munné (Nick). (Último trabajo teatral de Adolfo Marsillach).
Por supuesto, la obra se hizo realmente popular a raíz de la versión cinematográfica de 1966, dirigida por Mike Nichols y protagonizada por Elizabeth Taylor (Martha), Richard Burton (George), Sandy Dennis (Honey) y George Segal (Nick). El trabajo fue galardonado con cinco premios Oscar.
Aunque es bien sabido sólo señalar que el título “¿Quién teme a Virginia Woolf?” no tiene nada que ver con el argumento de la obra. En realidad se trata de un juego de palabras entre el título en inglés “Who’s afraid of Virginia Woolf” y el nombre de una de las canciones que se interpreta en la película “Los Tres Cerditos” (1933) titulada “Who’s afraid of the big bad wolf?” (¿Quién teme al lobo feroz?).
Llevar a escena una obra que tiene a sus espaldas una versión cinematográfica absolutamente gloriosa no es una tarea fácil porque para convencer al público no sólo hay que hacer un buen trabajo sino que, además, hay que presentarlo de una forma que parezca algo novedoso; algo capaz de romper con las imágenes grabadas en la memoria de los espectadores. Así que es casi obligado comenzar esta reseña alabando el valor de los productores, director, actores y resto del equipo.
La versión que presenta Veronese se estrenó en el Teatro Romea de Barcelona en catalán y ahora se exhibe en Madrid en castellano con el mismo elenco a excepción de Emma Villarasau (Martha) que en La Latina está interpretada por Carmen Machi. Hay que decir que en Barcelona este montaje recibió una muy buena acogida de público y por lo que estamos viendo en Madrid seguramente aquí se repita el éxito de taquilla.
En la ficha de promoción de la obra se indica que “¿Quién teme a Virginia Woolf? no es más que el retrato de la sociedad americana del momento y el análisis de un mal general: el engaño”. Realmente me cuesta estar de acuerdo con esta afirmación. No creo en absoluto que la sociedad americana de los años sesenta viviera las simas de infelicidad, desesperación, frustración y rabia que viven estos personajes que no se representan más que a ellos mismos. Tampoco comparto eso de que el engaño sea el corazón de la trama. Los personajes principales se “autoengañan” pero están tan al límite, tan sobrepasados de revoluciones, que no son capaces de engañar a nadie más, ni a los invitados ocasionales que los observan con estupor y miedo, ni a los espectadores que desde el primer minuto perciben que lo que está sobre el escenario son dos hienas en busca de carroña. De hecho creo que, por su falta de inhibición, por su absoluto descontrol, se muestran mucho más sinceros frente al mundo que la pareja de secundarios quienes tras unos minutos de compostura, efectivamente comienzan a regurgitar los secretos de sus también desgraciadas vidas ayudados por el alcohol y el clima de máxima tensión propiciado por los estoques entre Martha y George.
En la obra hay engaño pero la obra no va sobre el engaño. Va sobre las expectativas no cumplidas, va sobre los sueños rotos, las promesas no cumplidas, va contra la infelicidad compartida, la desolación cómplice. Va sobre los extraños mecanismos de la pareja que hacen que, podamos despreciar a quien más necesitamos, que proyectemos nuestra frustración y nuestra rabia sobre el único ser en la tierra que realmente nos hace caso. Va sobre la amargura vital. Va sobre el inminente choque de dos mercancías, cargados de reproches, que circulan en dirección contraria dispuestos a encontrase.
Una escenografía realista nos da la bienvenida y desde el momento que la pareja protagonista entra en escena uno tiene la sensación de estar asistiendo a un combate de lucha ilegal donde todo está permitido.
Siguiendo los gustos del teatro americano de la época los diálogos son muy efectistas, brutales, buscando demasiadas veces escandalizar o remover la fibra del espectador, a veces hasta alcanzar proporciones de tragedia griega.
Pere Arquillué interpreta de forma más que convincente a pesar de que el ritmo frenético para los diálogos que ha impuesto Veronese sea contraproducente para dar matices al personaje. George más que un profesor de historia alcoholizado parece un operario asiduo a la coca. Así se presenta los dos primeros tercios de la obra realmente “enzarpado”, acelerado, escupiendo un texto que necesita algo más de tiempo para ser procesado. En el último tercio cuando menos acelerado comienza con la artillería pesada, Arquillué da una lección de interpretación siempre con el gesto preciso, la mirada correcta, la entonación perfecta. Impagable la mirada entre cínica, compasiva y cómplice con que George mira a Martha mientras ella está contando la inverosímil historia de su hijo, la vaca y el brazo roto.
Sin embargo, habría que añadir que la ironía constante de su personaje a veces resulta algo plana ya que, incluso en escenas muy sensibles, como cuando le cuenta a Nick algo tan drástico como los eventos de su niñez no se apea de su cinismo ni un momento. Quizá la caracterización del personaje adolece de cierta vulgaridad. No vemos a un profesor de historia que un día fue un instruido y prometedor universitario que ha llegado a ser un alcohólico a fuerza de acumular frustración y tristeza. No hay un mínimo gesto que evoque una elegancia pasada. En su personaje se aprecia tan sólo a un tipejo que parece haber sido siempre basura, basura blanca, “white trash”.
Carmen Machi, es una actriz muy carismática, cae bien a la gente y eso se nota en la acogida del público, pero la contrapartida es que a veces cuesta dejar de ver a Carmen Machi para ver a su personaje. Hay que reconocer que en los últimos meses que lo está haciendo todo: “Fastaff”, “Juicio a una Zorra”, “Agosto”, además de rodar con Almodóvar; hacer publicidad, etc. se ve a una actriz en gran crecimiento. El texto lo lanza con precisión, a pesar de que también tiene que sufrir el ritmo enloquecidamente rápido marcado por el director. Al perfilar su personaje tampoco han acertado y no consiguen darle la pátina de antigua niña bien convertida en mujer adulta sumida en el alcoholismo y la depresión. Más bien al contrario, parece haber sido siempre una tabernera vulgarota sin pizca de formación.
Siendo su interpretación muy aceptable hay que señalar que se maneja mejor en el desgarro que en la desolación, mejor en el grito desesperado que en el quejido interior. Resulta demasiado cómica en las escenas de seducción. Pero a veces echa unas miradas letales que podrían convertir en estatua de sal al infortunado objetivo de sus ojos.
Ivan Benet como Nick parece solo entonarse hacia el final de la obra y aun así está bastante fuera de lugar. Mireila Aixalà está decepcionante como Honey. No resulta creíble ni un solo momento durante la función.
Aunque ya se han apuntado algunas cosas sobre la dirección hay que añadir también grandes aciertos como la sutilidad con la que se insinúa cierta atracción de George por el apuesto y joven Nick. Atracción sugerida, nada subrayada, ¿una desinhibición de alcohólico, o un problema mayor que explicaría muchos de los problemas de esta pareja?. En cualquier caso un tratamiento muy interesante. Por otro lado la comicidad buscada sobre todo en la primera mitad de la obra es incómoda y forzada; contraproducente porque quita dramatismo a algo que no puede ser sino muy dramático. El público ríe a carcajadas, estamos en La Latina.
Resumiendo, una interesante propuesta que creo que hay que ver pero que no consigue el objetivo de darnos otro referente para entender esta obra que no sea el ya consagrado de la película del 66.
Esta obra fue representada en Madrid en el Teatro de la Latina.
Producción del Teatro Romea de Barcelona.
Reparto:
Carmen Machi (Martha)
Pere Arquillué (George)
Mireila Aixalà (Honey)
Ivan Benet (Nick).
Escenografía: Sebastíà Brosa.