Crónica de «Tape» de Stephen Belber

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Descubrí hace unos años el interés de Stephen Belber por el intrigante mundo de la percepción, la memoria, las apariencias (y las verdaderas motivaciones que se esconden tras estas) con la memorable «El proyecto Laramie» (2000), un montaje en cuya autoría participó junto a Moisés Kaufman y a otros miembros de compañía teatral «Tectonic Theatre Proyect».

Un trabajo cuya trama gira básicamente en torno a la intolerancia latente en una pequeña comunidad conservadora, Laramie, en donde se produjo un crimen de motivación homófoba. Para la preparación de ese montaje los dramaturgos tuvieron el acierto de hacer aflorar la intolerancia que impregnaba esa sociedad a través de un trabajo de campo consistente en la realización de varias decenas de entrevistas a los habitantes del lugar. Posteriormente, estas entrevistas serían incorporadas a la dramaturgia. Lo más curioso de aquel experimento fue que los miembros de la pequeña comunidad no solo parecían recordar hechos diferentes, sino que incluso hablando de un mismo hecho contrastado, cada ciudadano lo interpretaba de una manera personal, otorgándole una ponderación moral distinta. Esta falta de coherencia entre lo recordado por los diferentes individuos puso de manifiesto lo extraordinariamente difícil que es llegar a la verdad de las cosas cuando los observadores son seres humanos. .

A pesar de que «Tape», fue escrita en 1999 (es, por tanto, un año anterior al «Proyecto Laramie»), yo no la conocí hasta hace unos meses cuando La Canoa Teatro presentó este mismo montaje objeto de la crónica –con modificaciones menores- en la sala Kubik Fabrik. Ni siquiera había visto la versión cinematográfica dirigida en 2001 por Richard Linklater con Ethan Hawke (Vincent), Robert Sean Leonard  (Jon Salter) y Uma Thurman (Amy Randall), así que tuve la oportunidad de llegar fresco y pude comprobar cómo algunas de las claves tratadas en la obra sobre el crimen de Laramie, también habían sido, con anterioridad, objeto de reflexión en este texto de dialéctica vibrante y de acción trepidante que persigue, a través de la confrontación moral de los personajes, exponer ante el público la maleabilidad de los recuerdos y la necesidad de contar siempre con diferentes puntos de vista para poder, al menos, aproximarnos, a la realidad de un hecho pasado.

Que la ductilidad de los recuerdos es directamente proporcional al desasosiego que nos causan fue también el asunto principal  de una descarnada dramaturgia estrenada veinte años antes que «Tape»; hablo de «El fantástico Francis Hardy curandero» (1979) del irlandés Brian Friel, un maravilloso regalo que nos hizo el Teatro Guindalera hace poco más de un año. Curiosamente también un texto para tres actores, dos hombres y una mujer, cada uno aportando una visión sorprendentemente diferente de los mismos hechos con devastadoras consecuencias morales para los personajes.

Y es normal que la memoria y sus estrategias sean objeto de reflexión por parte de los dramaturgos, ya que si bien sería difícil ir por la vida cargando a la espalda el fardo de los recuerdos -sería penoso, especialmente, sobrellevar la memoria del daño infligido-, también es cierto que esta técnica de supervivencia esconde el germen de la inmoralidad. Cuanto más perfeccionamos nuestra capacidad de justificarnos, más preparados estamos para tratar a los otros con desconsideración sin sentirnos responsables..

De todo esto va «Tape»; de hecho va de esto y de otros temas nada baladíes: cómo rumiamos la culpa, cómo procesamos el dolor y cómo nos enquistamos en el rencor. Temas, por lo tanto, de gran calado, pero, y aquí está lo mejor de la función, la obra, a pesar de  tratar temas de tanto calado, no resulta densa en su desarrollo, todo lo contrario, tiene un ritmo ágil, a veces es una verdadera montaña rusa emocional en la que, afortunadamente, no faltan ocasiones para la carcajada. Las reacciones de los personajes son bastante imprevisibles -el ser humano es complejo- y eso mantiene al espectador literalmente hipnotizado por el devenir de los acontecimientos. Otro aspecto verdaderamente sugerente de este texto es que el autor ha dejado un final suficientemente abierto a la interpretación para que cada espectador saque sus propias conclusiones.

Cuando vi esta obra en Kubik Fabrik el montaje tenía un epílogo que me interesó mucho porque ahondaba en el mensaje de la poca consistencia intelectual de uno de los protagonistas (algo que había sido sugerido durante la obra). En esta versión -ligeramente adaptada al nuevo espacio- que podemos ver en La Pensión de las Pulgas lo que nos ofrece La Canoa Teatro es un prólogo en clave de flash back que nos lleva al momento en el que se originó el Big Bang del que surgirá todo ese universo de culpa, resentimiento y dolor que va a acompañar la existencia de los personajes durante toda la década que pasa hasta el tormentoso reencuentro en el sucio motel. Este prólogo fue un añadido posterior que hizo el autor tras el estreno de la película y, aunque, no es imprescindible, al espectador atento le aportará claves importante de los hechos que serán objeto de análisis en el cuerpo central de la obra..

De esta propuesta de La Canoa Teatro hay que celebrar también la acertada dirección de actores que ha hecho Bruno Ciordia, un trabajo nada fácil ya que con personajes al límite, en un espacio en el que los actores se hayan tan expuestos, hubiera sido muy fácil caer en la sobreactuación, sin embargo, en ningún momento pierden la verdad, a pesar de que, como personajes complejos que son, irán evolucionando a lugares muy diferentes en los que estaban al principio de la obra.

Fran Calvo, Jano Sanvicente y Yolanda Vega han trabajado bien la construcción de sus personajes y se les ve cómodos ante el desafío actoral que representa este texto. El tour de force entre Jon (Calvo) el “triunfador moralista” y Vince (Sanvicente) el “drogata inmaduro” es un trabajo realmente bien calibrado con una interesante evolución de la posición moral de los contendientes. Sanvicente, además, es preciso ejecutando los momentos de fuga, es decir, generando la necesaria carcajada sin la cual el espectador se vería un poco abrumado por la tensión del encuentro. Amy (Vega) transita con convicción desde una postura civilizada y meramente protocolaria hasta un tono intimidante e inesperadamente amenazante que, además de aportar claves para la resolución de la obra, generará el clímax emocional del montaje.

En fin, el feliz encuentro entre un texto muy interesante, una interpretación muy solvente y una dirección sensible e inteligente. Un trabajo absolutamente recomendable.

TAPE

A PARTIR DEL 18 DE ABRIL: VIERNES, SÁBADO y DOMINGO: 20h.

Dirección: Bruno CIORDIA

Intérpretes: Fran CALVO, Jano SANVICENTE y Yolanda VEGA.

La PENSIÓN de las PULGAS.

Teléfono de Reservas: 638752812 (de 11h a 14h y de 17h a 20h).

 

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