Hay muchas circunstancias de este montaje que hacen que haya sido especialmente bien recibido por los que hemos tenido la oportunidad de verlo. En primer lugar, los que somos afectos al proyecto Guindalera que lidera Juan Pastor, hemos celebrado la elección de este trabajo de una compañía invitada que, por su calidad, traerá, sin duda, alegrías a ese singular espacio escénico sinónimo de buen teatro. Es también oportuno que un texto escrito en inglés por la madrileña Mar Gómez Glez y estrenado en Estados Unidos (2011) se presente, en lengua española, en la ciudad natal de su autora. Por último, no ha sido menor motivo de júbilo ver una dirección de actores –Laura Madera–que ha sacado un gran partido del talento de Juan Caballero y de Ana Adams.
Antecedentes del montaje
Fiel al interés de la compañía Fith Wall de hacer un teatro que sea reflejo de la sociedad, produjeron ésta, su primera propuesta, con un lenguaje fresco y directo y una temática muy actual (los movimientos sociales que explosionaron en aquellos años expresando la indignación y el deseo de cambio). En un estado todavía embrionario la obra se presentó, en diciembre de 2011, durante tres semanas en un apartamento de Brooklyn que contaba con un exiguo aforo para 12 personas. El montaje fue posteriormente programado por el Teatro Stage Fest donde tuvo su estreno oficial en la sala-restaurante Casa Mezcal NY y de ahí pasó (enero de 2014) al buque insignia del teatro del downtown neoyorquino La MaMa Experimental Theatre Club.
Hace unos meses Juan Pastor fue invitado a ver un pase privado de la versión españo la de esta obra –montaje de 39 Productions– y decidió que 39 Defaults debería viajar a la Guindalera.
El texto
39 Defaults está basada en el caso real que protagonizó Enric Duran Giralt también conocido como Robin Bank o Robin de los Bancos, un catalán que reivindicó haber estafado casi 500.000 euros a diferentes bancos solicitando préstamos que sabía no iba a devolver. Con esta acción pretendía no solo denunciar el engaño del sistema capitalista sino también conseguir financiación para diferentes obras sociales una vez retraída una modesta cantidad para su mantenimiento.
Hace unos días, en un encuentro con el público con motivo del estreno en Madrid de su montaje «Measure for Measure», Declan Donnellan dijo que el buen teatro es aquel que propone preguntas al espectador, no aquel que responde a esas preguntas. Y esa es precisamente la primera virtud de este montaje. La autora ha considerado que el público es un ente inteligente dotado de criterio y autonomía. Por eso, en vez de servir a la audiencia el habitual ‘pisto’ ideológico –receta predilecta del típico autor inflamado del deseo de transformar la sociedad a través de la estéril y aburrida técnica del adoctrinamiento–, Mar Gómez Glez ha optado por presentar los hechos y dar un margen para que cada espectador se haga su propia composición de lugar. El montaje se sirve aliviado de la plomiza carga que supone el juicio demasiado invasivo del autor sobre los personajes y sus circunstancias. La intervención de Mar Gómez en ese sentido queda limitada a una cierta mirada irónica, un inteligente toque de humor que resulta muy bien acogido por el público.
En la forma de presentar los hechos está la segunda gran virtud del montaje: un lenguaje actual, directo, claro, con el que es prácticamente imposible no conectar. Las situaciones se presentan sin artificio, recubiertas de una gran naturalidad. Los personajes ni son unidimensionales ni ocupan lugares fijos en la escala moral sino que, como ocurre en la vida real, existe en ellos una mezcla de contradicciones morales, justificaciones difícilmente asumibles, pragmatismo, debilidades, buenas intenciones, compromiso, algo también de deseo y, en fin, los conflictos de intereses connaturales a cualquier individuo de nuestra especie..
Me interesó especialmente el planteamiento de que dos jóvenes, que por distintas razones son disidentes del sistema, no se vean como iguales sino que, precisamente a medida que profundizan en el conocimiento mutuo, se instalan en una actitud de desconfianza entre los que, al menos en apariencia, se debían reconocer como iguales.
Como colofón, coherente con este laisser faire a los personajes, la autora ha resuelto con un final abierto que resulta profundamente sugerente para el espectador.
Los actores y la dirección
Como comentaba al principio Laura Madera ha realizado una muy eficaz dirección de actores, Ana Adams y Juan Caballero están impregnados de verdad, defienden sus papeles con una naturalidad muy refrescante, al mismo tiempo que, sin muchas alharacas, van despojándose de diferentes capas para que, una vez traspasado el umbral de la primera impresión, permitir al espectador ir descubriendo las contradicciones, las debilidades y, en resumen, la humanidad que se esconde tras la máscara de cada personaje.
En definitiva, una propuesta que cuenta con el atractivo de ser el trabajo muy sólido de una joven dramaturga; un montaje en el que el respeto al espectador queda plasmado en la invitación a la reflexión a la que conmina el texto y, sobre todo, una obra que cumple una de las misiones fundamentales de este género: permitir que los que nos que nos enfrentamos a ese espejo que es el teatro nos veamos –y reconozcamos– tanto como individuos como sociedad.
(c/ Martínez Izquierdo, 20). Metro: Diego de León (salida Azcona).
Miércoles y domingos 20:30h.
Precio de la entrada: 16€
Entrada con descuento (socios, vecinos, estudiantes, parados, etc.: 14 €)
AUTORA: Mar Gómez Glez
DIRECCIÓN: Laura Madera
TRADUCCIÓN: Raquel Gómez Glez y Mar Gómez Glez
REPARTO: Ana Adams y Juan Caballero
MÚSICA: Olivier Pontini
ESCENOGRAFÍA: Irene Herrarte
FOTOGRAFÍA: Juan Carlos Lucas
DISEÑO GRÁFICO Y WEB: Creative Sensor Studio
PRODUCCIÓN: Raquel Gómez Glez y Laura Madera