Crónica de «Vacaciones en la Inopia» de Íñigo Guardamino

vacaciones en la inopia

Finalista a los premios MAX

Un objeto de poder extraordinario extraído mediante el novedoso método del fistfucking inverso del interior de las entrañas del carnicero de Sabra y Chatila –un abuelito agonizante que se despide del mundo con la mirada dulce de los que se saben sin culpa– se convierte en el leivmotiv de este vuelo raso a través de alguno de los hitos más delirantes de la sociedad occidental moderna. La simbólica reliquia será el elemento recurrente a lo largo de una función que trata, entre otras cosas, de la fuerza destructiva del capitalismo entendido como herramienta de ambición, de la capacidad desintegradora de los nacionalismos periféricos y/o central y de la tozuda manía, tan querida durante el siglo XX, de intentar solucionar los conflictos mediante la eliminación física del contrario.

Una introducción con regusto al suntuoso estilo hermético del Apocalipsis de San Juan nos da claves esotéricas de enfrentamientos antiguos en una tierra nada santa. Las esperanzas de protección se rubrican en un soporte tan frágil como es el papel con la intención de conmover a un dios lejano profundamente hastiado de una raza que, sin duda  -y a los hechos me remito-, aborrece.

Y simultáneamente, en el otro centro del Universo (es decir, en la glorieta de Bilbao) de la heroica ciudad de Madrid –el nuevo Macondo-), alguien está lanzando un órdago a ese dios inconstante y antiguo: Un credo en ciernes dejará pasmado al ñoño dios crucificado y proclamará el poder ilimitado de Su divinidad don Parné. Todo lo que no sea amor será proveído por la nueva deidad, tan práctica en su potencia que su Valhalla está en el interior de un cómodo bolso-riñonera (de esos que se ajustan a la altura de las gónadas): y ¡quién querría tener amor cuando se pueden tener cosas! El ritual del deicidio se completa con las simpáticas camareras esparciendo por las generosamente orinadas calles de Madrid los deseos que aquellos ingenuos suplicantes del Levante escribieron en endeble papel. Bellacos los que no saben que al dios de Israel las únicas letras que le gustan son las que están escarificadas en la tierna piel de los creyentes.

Una religión se construye sobre la sangre de los mártires y el nuevo credo monetarista está tan ávido por hacerse una sólida reputación sanguinaria como lo hicieron todos sus predecesores. Los nuevos fieles se someterán voluntariosos a este deseo de sacrificio y ofrecerán los más expresivos gestos como prueba fehaciente de su compromiso con la nueva fe.  Nuevos dioses exigen nueva pruebas de acatamiento y humillación –nuevas alianzas–. Abraham, campeón de los pacatos y arquetipo del antiguo creyente, no dudó en demostrar su sumisión llevando apesadumbrado a su hijo al monte Moriah pero el nuevo dios gusta más de La naranja mecánica que de las travesuras veterotestamentarias así que tiene otros planes para la querida familia consumista. La fe es algo tan íntimo, tan enraizado en la esfera de lo personal, que nadie podría negar que entra mucho mejor por el culo.

Frente al teatro del «Yo no he sido», enquistado subgénero de la potente corriente «Los malos son los otros», la propuesta de Iñigo Guardamino hace un planteamiento adulto que incorpora la responsabilidad de la sociedad en su conjunto en la bacanal de consumismo y abandono de valores éticos que ha llevado a la dolorosa resaca que hoy en día padecemos. Con reveladoras escenas como la de los usuarios que van jubilosos a una entidad crediticia a pedir dinero y terminan solicitando ansiosos que el voraz empleado les narre un cuento o el maravilloso homenaje, en actualísima clave rumana, al Lazarillo de Tormes (el momento más ácido y también más desternillante de la obra, protagonizado deliciosamente por David Aramburu y Laura Maure).

Guardamino pone el dedo en la llaga: «Sí, estuvimos allí»; «sí, nos engañaron» y «sí, algunas veces nos dejamos engañar» porque los humanos somos  tan débiles, y/o tan mediocres, que cuando alguien nos mira a los ojos y nos dice «Te lo mereces» nos resulta extraordinariamente difícil sacarle del error.

Una propuesta, en fin, llena de sarcasmo y humor que reivindica una visión madura de nuestro pasado inmediato. Una función llena de claves y dobles lecturas que harán que el espectador motivado disfrute descubriendo el subtexto y las intenciones de un dramaturgo tan inteligente como travieso.

Vacaciones en la Inopia fue estrenada en la Sala Kubik Fabrik y después se programó en la Sala TU.

Cía la caja negra teatro
Texto y dirección de Iñigo Guardamino 

Elenco: Montse Gabriel, Mon Ceballos, Laura Maure, David Aramburu.
Ayudante de dirección: Crismar López
Diseño de iluminación: Pedro Guerrero
Escenografía y espacio sonoro: María José Pazos
Música: Joan Cerveró
Canciones: David Ordinsa (música) e Iñigo Guardamino (letra)
Fotografía: Carmina Prieto
Diseño: Roberto García
Producción: La caja negra Teatro.

 

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