La nueva propuesta del prolífico, y recién galardonado dramaturgo, José Padilla, –Premio El Ojo Crítico 2013-, nace de una residencia artística en la sala «El Sol de York», un espacio que ha decidido apostar por los nuevos talentos del teatro y por ser la cuna de montajes que se conviertan en referentes de la cartelera madrileña.
El resultado es una eficaz comedia, de muy buen ritmo que, a pesar del tono disparatado, no descuida completamente el ‘recado’, puesto que, sin perder el pellizco cómico, a través de la ironía, plantea ciertas cuestiones –sin cargar las tintas- que pueden ser objeto de reflexión para el espectador interesado en darle una vuelta más de tuerca al montaje.
La narración sigue un orden cronológico lineal que favorece la fluidez del relato. Cuatro personajes estrambóticos, aunque también entrañables, resultan un cebo demasiado sugerente para no quedar inmediatamente enganchado a la disparatada trama.
Y es que el primer punto fuerte de «Los cuatro de Düsseldorf, [#Düssel4]» está precisamente en sus dramatis personae. Tres de estos personajes trabajan en la delegación española de la corporación alemana llamada irónicamente “Die Geschichte des Unternehmens” [La historia de la empresa]: Un inquietante bedel, interpretado por Juan Vinuesa; la grotesca chica de las fotocopias, llamada María (Helena Lanza) y el consejero delegado, el incapaz y siempre atribulado Amador (Mon Ceballos). El cuarteto se completa con la pareja sentimental del empresario, Rocio, una joven con serios problemas de dislexia y con cierto grado de indigencia emocional interpretada por Delia Vime.

Carlos, el bedel, -él prefiere definirse como ‘custodio de documentos’ (un apelativo que ya, de por sí, es toda una declaración de intenciones)-, es el personaje alrededor del cual orbitan los demás, como si de un malévolo director de orquesta se tratara. Él es el catalizador que pone en marcha el desarrollo de la acción y es también el desencadenante del viaje a Düsseldorf (una ocurrencia de Amador, en clave de huida hacia delante, que tendrá desastrosas consecuencias para sus intereses). Es un personaje complejo que bebe de varios caracteres muy fijados en la retina del espectador. En un primer momento muestra un perfil cuasi quijotesco (propone una filosofía impregnada de un idealismo de prêt-à-porter llamada “Sincerismo”), pero , al mismo tiempo, se muestra muy pagado de sí mismo -a pesar de su aspecto cómico y desaliñado-, por lo que también evoca al necio Sir John Falstaff. A medida que se desarrolla la trama se evidencia su estrategia hipócrita (utiliza la extorsión al mismo tiempo que aboga por esa patraña del “sincerismo”); además, hace gala de unas formas siempre bruscas y un tono amenazante, amén de una gran querencia por el lenguaje innecesariamente obsceno con especial predilección por el mundo genital, lo que le hace evolucionar hacia una especie de Ignatius J. Reilly andaluz, para, finalmente, cuando las motivaciones de su comportamiento han salido ya a la luz, encontrarnos ante un alter ego humano del hilarante Roger Smith, el alienígena egoísta, falsario y malhablado de «American Dad».

Para que un absoluto cretino consiga elevarse sobre el resto y tomar el control es necesario que los que le rodean hayan puesto al descubierto alguna debilidad que el estúpido, desde su necedad, pueda utilizar como arma arrojadiza. Por un lado, el ordenanza consigue manipular algo tan blindado como una corporación empresarial, precisamente porque tiene conocimiento de lo que más asusta a una empresa privada, la verdad. Asimismo, podrá manipular a las masas porque conoce el desesperado anhelo de éstas por las explicaciones sencillas y las soluciones fáciles. Precisamente el ariete con el que se ganan las voluntades los telepredicadores y los políticos, es decir, los charlatanes.
El feliz matrimonio entre el atractivo personaje creado por Padilla y la delirante interpretación de Vinuesa es, sin lugar a dudas, el plato fuerte de esta propuesta. Vinuesa se muestra grotesco, grosero, inquietante y siempre excesivo. Incluso en los momentos de silencio o escucha hay, en su mirada, la expectación animalesca del que tiene un propósito y una presa a la que no va a dejar escapar, Vamos, una delicia para el espectador que durante la obra se balancea entre dos emociones, el estupor y la carcajada.
Pero Juan Vinuesa no está, en absoluto, mal acompañado en esta función. Mon Ceballos, que no para de trabajar (recientemente Vacaciones en la Inopia, Liturgia de un asesinato, etc.), es un campeón de plexiglás de esos que acaban siendo los principales responsables de su desgracia ya que, experto en decisiones ilógicas, cada que decide algo se sumerge un poco más en las arenas movedizas que le ha preparado el conserje. Divertidísimas, también, Delia Vime, una desequilibrada histrionisa con sorpresa final, y Helena Lanza cuyo personaje de aspecto desastrado protagoniza alguno de los golpes más divertidos de la función.
José Padilla, no necesita demostrar ya nada, pero este trabajo sí sirve para subrayar, una vez más, la versatilidad de su talento y la variedad de lenguajes en los que se siente cómodo. Le hemos visto manejar con acierto el registro más dramático en «En el cielo de tu boca»; enmendarle la plana al mismísimo Shakespeare en su fabulosa versión de la anodina «Enrique VIII», estrenada con gran éxito en el emblemático The Globe de Londres; construir con maestría un thriller psicológico en la sobrecogedora «Sagrado Corazón 45» o en el divertimento musical que supuso «Amarradas», además, de la reciente propuesta de teatro social titulada «Haz clic aquí» que cosechó un gran éxito en el Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional.
Dramaturgia y Dirección: José Padilla
Ayudantía de Dirección: Fran Guinot
Elenco: Helena Lanza, Delia Vime, Mon Ceballos y Juan Vinuesa
Música: Jesús Hernández
Iluminación: Roberto Rojas
Diseño Gráfico: Alberto Marijuan
La obra estará en cartel en el teatro Arlequín Gran Vía todos los viernes de junio de 2014