Crónica de «Verano en diciembre» de Carolina África

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Nadie podría negar que la propia vida es una excelente dramaturga; una afanosa autora que aborda con igual maestría la tragedia o la comedia, el registro absurdo o el estilo lírico. Además de ser una ingeniosa bosquejadora de dramas con cierta propensión hacia la incoherencia, es una escritora perspicaz que tiene trato íntimo con nuestros anhelos ocultos. No le importa ser despiadada con sus personajes y tampoco le preocupan mucho los finales felices… Como empresaria parte de una gran ventaja: estamos obligados a asistir a todas sus funciones.

No es de extrañar, por tanto, que nos sea tan fácil identificarnos con las obras que, libres de excesivo artificio, se encuentran tan empapadas de vida cotidiana como lo está Verano en diciembre. Trabajos que nos tocan la fibra de una manera muy singular porque sus propuestas nos desarman y sus conflictos nos cosquillean rincones del alma que, con pragmatismo, tenemos desatendidos convenientemente escondidos..

Esta dramaturgia realista –Premio Calderón de la Barca 2012– ofrece un ventanuco a un entrañable gineceo donde conviven personajes de una humanidad muy reconocible, en un universo doméstico donde, como en todos los reservorios humanos, conviven la alegría y la tristeza, la desesperanza y la ilusión, el afecto y el reproche, es decir, la vida misma.

Además de este hermoso planteamiento la propuesta está bien servida de aciertos: poco efectismo y mucho naturalismo; un gran respeto de la autora-directora, Carolina África, por todos sus personajes a los que ha dejado desarrollarse desde el respeto, sin trufarlos de juicios morales, construidos absueltos del maniqueísmo que suele aflorar en la construcción de personajes condenados a interrelacionarse en el ámbito familiar. Por otro lado, es de agradecer que en tiempos en los que los teatros se muestran pródigos en soflamas, la autora no haya necesitado enarbolar banderas para trasmitir con nitidez mensajes valiosos. Por ejemplo, no se ha subrayado en clave feminista el hecho de que el grupo familiar esté formado solo por mujeres (las presencias masculinas son siempre tangenciales y se sirven con tal vaguedad que en algún caso aparecen reducidas a ceniza)  sino que este hecho se acepta con la naturalidad con la que asumimos las cartas que nos han tocado jugar en la partida de la vida.

El ritmo, muy bien temperado, se alimenta de una trama que progresa con fluidez en el que no hay grandes alharacas ni tampoco momentos de laxitud.

De la parte actoral deslumbran algunas interpretaciones –en este aspecto hay cierta irregularidad– como la de Lola Cordón, inmensa en el papel de una abuela cuya enfermedad provoca desazón y afecto a partes iguales; la Teresa de Pilar Manso que rezuma credibilidad y muy tierna Almudena Mestre como una hipersensible y apocada Paloma.

Tantos aciertos justifican sin duda que la obra fue candidata a tres premios MAX en la edición de 2014.

En resumen una función deliciosa donde todo lo que se dice suena a eco de cosas vividas. Un trabajo que reflexionando sobre esa institución contradictoria y compleja que es la familia nos ayuda  a reconciliarnos con nuestro propio pasado.

Sala La Belloch

Calle Peñuelas, 61

Metro: Embajadores, Acacias

Última función: domingo 29 de junio 20:30h

REPARTO

Lola Cordón – Abuela Martina.
Pilar Manso – Teresa (Madre)
Virginia Frutos- Carmen (Hermana)
Carolina África – Alicia (Hermana)
Almudena Mestre – Paloma (Hermana)

DIRECCIÓN
Carolina África
Ayudante de dirección
Laura González Cortón

TEXTO ORIGINAL
Carolina África

ESPACIO SONORO
Nacho Bilbao

ILUMINACIÓN

Tomás Ezquerra

VESTUARIO
Vanessa Actif

ESCENOGRAFÍA

Carolina África y Almudena Mestre

FOTOGRAFÍA y DISEÑO DE CARTEL
Geraldine Leloutre

DISTRIBUCIÓN

GG distribuciones

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