Supongo que no descubro nada si, a estas alturas, -por problemas de agenda no había podido ir antes- comparto que Las heridas del viento de Juan Carlos Rubio es de lo mejor que se puede ver en la presente oferta escénica madrileña.
El texto, que se estrenó en 2005 en Miami, y que, desde entonces, se ha montado con gran éxito en multitud de países y en diferentes ciudades españolas, es un brillante ejercicio de inmersión a pulmón en las agitadas aguas del siempre embravecido océano de la atracción, los afectos y el amor, -sobre todo, en su versión más turbulenta: la del amor no suficientemente correspondido-.
Una propuesta de temática básicamente emocional que, sin embargo, no está exenta de razonadas reflexiones sobre las opciones vitales en materia de la gestión de los sentimientos; sobre la sana ironía con que la vida nos premia cuando conseguimos ver las cosas desde cierta perspectiva temporal y sobre el inagotable tema de las oportunidades perdidas. Todo ello regado con buenas dosis de humor cómplice e inteligente que hacen que la función no pierda su pellizco sentimental sin caer en dramatismos demasiado opresivos.
En esta feliz ocasión el texto está soberbiamente defendido por dos grandes actores. Por un lado, la fuera de serie Kiti Mánver, absolutamente impecable pilotando una nave que transporta al público por aguas de sorpresa, empatía, emoción, sonrisas y asumida nostalgia, -vamos, la materia misma de la que está hecha la vida-, todo con unas dosis de verdad y de profesionalidad superlativas. El personaje que representa Kiti nos enseña que, en la pujante ambición de la juventud, las zambullidas se hacen con la intención de encontrar perlas incandescentes y corales de fuego, pero, pasado el tiempo, con la templanza que dan la edad y una vez contrastada la pertinaz escasez de perlas y corales, uno termina sumergiéndose para sentir, al menos una vez más, el corazón desbocarse por la emoción del propio salto, aunque se sepa que, ese martilleo en el pecho y cierto regusto salado en los labios, son los únicos «tesoros» que va a proporcionarnos la experiencia.
A su lado Dani Muriel supera el difícil reto de compartir la balsa de náufrago con un elefante interpretativo de la talla de la gran Kiti. Su papel, bien defendido, será el detonante de la trama y su personaje, a pesar de su juventud, ya muestra el efecto de esas heridas aéreas a las que hace mención el título de la obra. Cooperador necesario de este gran montaje, le veremos evolucionar desde el hijo intrigado que desea descubrir el significado de un inesperado hallazgo entre los objetos personales de su recién fallecido padre hacia el hombre adulto que comienza a descubrirse cicatrices en la piel.
En fin, un montaje absolutamente recomendable tanto por el texto como por la eficacia interpretativa que podremos ver en, la cada vez más interesante, programación Off del Teatro Lara.
Autor y Director: Juan Carlos Rubio
Reparto: Kiti Mánver y Dani Muriel
Ayudante de dirección: Chus Martínez
Diseño de luces: José Manuel Guerra
Vestuario: Guadalupe Valero // Félix Ramiro
Fotografía cartel: Sergio Parra
Maquillaje y peluquería cartel:Yosuah Barea
Producción: Tal y Cual Producciones SL
Web:lasheridasdelviento.com
Bellas palabras Miguel, muy bellas.
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Viniendo de ti se agradece especialmente el halago. Tu crítica de este trabajo me ha gustado especialmente porque comparto al 100% las emociones que te produjo.
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