La historia como disciplina académica nos permite aprehender una serie de conocimientos que ayudan a explicar ciertos aspectos de la realidad. Sin embargo, la distancia desde la que necesariamente debe trabajar el historiador -sin la cual sería imposible hacer un estudio objetivo del pasado-, eleva, no pocas veces, el relato histórico a una altura que tiene poco que ver con la realidad humana, es decir, con lo humanamente comprensible. Las grandes magnitudes, las estadísticas y la mirada con perspectiva secular son una losa para entender realmente los estragos de una hambruna, el encanto de una época o el universo ideológico y sentimental en el que se desarrolló una generación. Entender el pasado es algo mucho más complejo de lo que podría suponerse a simple vista. Quizá por eso, siempre que sea posible, deberíamos completar los estudios formales sobre tiempos pretéritos con un intento de acercamiento al individuo, con un ejercicio para conocer cómo afectaron esos cambios ideológicos, esa evolución tecnológica o esa calamidad sanitaria a la vida de las personas. Los estragos de la guerra se entienden mucho mejor cuando descendemos al nivel de las desgracias familiares; cuando nos agachamos para mirar, a través de las ventanas, lo que ocurría en el interior de los hogares, que cuando leemos en un libro de historia la relación de millares o centenares de millares de muertos contabilizados en las trincheras de algún frente lejano.
La historia de las personas es, por lo tanto, la historia con la que mejor podemos empatizar, la que muchas veces nos da claves para entender la Historia «oficial». No es disparatado pensar que muchos de los conflictos en los que nos vimos, nos vemos o nos veremos envueltos tendrían una mejor evolución si pudiéramos descender a ese nivel de implicaciones personales.
Quizá por esto, considero que la propuesta que trae la catalana Alba Valldaura a Madrid tiene este valor excepcional. Su montaje «La Iaia. Memoria Histórica» es precisamente eso: un tratado emocional de la historia catalana y española del siglo XX a través de los recuerdos de su abuela, su «iaia», una mujer casi centenaria cuya memoria se desvanece por efecto de una enfermedad. Alba Valldaura, en su primera dramaturgia, ha rescatado del olvido el universo emocional de una mujer carismática e interesante, y será, a través de aquella mirada antigua, -ahora ya en el ocaso-, como nos hable del pasado y del presente, de su abuela, de ella misma y también de lo que nosotros hemos llegado a ser gracias a las muchas iaias que han habitado este país.
La propuesta, honesta, profundamente emotiva, rezuma verdad y nos ofrece el inesperado privilegio de contemplar aquella realidad ya perdida con los ojos de sus protagonistas.
Este montaje, estructurado como un unipersonal de factura nada artificiosa pero muy eficaz, permite, además, a la polivalente actriz-dramaturga, utilizar diferentes lenguajes teatrales (monólogo, pantomima, títeres) realizando un verdadero despliegue de recursos que sorprenden en alguien tan joven.
Considero, por tanto, que es una oportunidad que no debemos dejar pasar.
Iaia. Memoria histórica. Del 16 al 18 de enero de 2015. en Kubik Fabrik
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Dramaturgia, dirección e interpretación: Alba Valldaura.
Ayudantía de dirección: Jordi Dueso / Susana Borderia/ Jazmin Olave.
Diseño de iluminación: Joan Grané.
Espacio sonoro: Arnau Vidal.
Material Gráfico (fotografias): Xavi Buxeda / Marta Balaguer.
Escenografía: Alba Valldaura / Jordi Viñas.
Producción: Xavi Buxeda / Jordi Dueso.