Artículo preparatorio «Los amantes suicidas de Sonezaki» en el Teatro Español 27 y 28 de septiembre

Traducido por Miguel Pérez Valiente artículo en The Barbara Curtis Adachi Bunraku Collection en las Colecciones de la Universidad de Columbia

El mundo del Bunraku

Chikamatsu y los orígenes del Bunraku

Adaptado, con autorización, del libro «The World Within Walls»  de Donald Keene1

Musume

Musume (Doncella) en la producción de Los amantes suicidas de Sonezaki de Chikamatsu Monzaemon en el montaje de febrero de 1981

Durante el periodo premoderno que comprende la era «Edo» (1603 – 1868), las expresiones dramáticas más importantes fueron el Kabuki, un teatro de actores y el Bunraku2, un teatro de marionetas.  A partir de finales del siglo XVI ambas expresiones teatrales se fueron perfilando como espectáculos populares y pronto arraigaron en el corazón del pueblo llano.

En la década de 1680 casi todas las obras de Kabuki trataban de conflictos dentro del entorno de un gran daimyo, es decir, en la casa de un gran señor, siendo este género conocido como oiemono. 

Por el contrario en el Bunraku la atención se centraba en la vida de la gente corriente. La primera obra que trató el tema del suicidio de dos amantes se interpretó en Osaka en 1683.  Este tipo de dramaturgia que trataba de la vida ordinaria de gente contemporánea, en vez de abordar historias de héroes del pasado, sería conocida como sewamono, un término cuyo significado literal podría ser «obra de cotilleo» pero que hoy en día se traduce generalmente como «obra doméstica». Este nombre fue acuñado en contraste con el término jidaimono, que que significaba «pieza de época» y que trataba de eventos históricos.

Ya  a finales del siglo XVII tanto el Kabuki como el Bunraku se habían desarrollado los suficiente para convertirse en expresiones  teatrales con cierto nervio y un pulido aceptable pero los textos seguían siendo bastante mediocres. Cada estilo explotaba sus propios potenciales: El teatro Kabuki, interpretado por actores, servia de plataforma para hacer un despliegue de técnicas de interpretación llenas de virtuosismo;  por su parte, en el teatro Bunraku aprovechando el hecho de que las marionetas son reemplazables, a veces se incluían escenas de mutilación o proezas de fuerza sobrehumana. Pero en ninguno de los dos géneros había un intento serio de crear trabajos dramáticos de calidad indeleble.

Siempre que los teatros se llenasen los empresarios quedaban satisfechos y el público, al menos aparentemente, no buscaba otra cosa que ver a sus actores y cantantes favoritos abordando nuevos papeles.

Sin embargo, un hombre cambiaría esta situación radicalmente, Chikamatsu Monzaemon (1653-1725).  En  su tiempo Chikamatsu destacó como autor tanto de teatro Kabuki como de teatro Bunraku, aunque hoy en día es más conocido como autor de los mejores obras del repertorio de este último.

El éxito instantáneo que cosechó su obra Yotsugi Soga (Los herederos de Soga), escrita en 1683, le catapultó a la fama. Esta obra incluye el michiyuki, – viaje o peregrinación- de las amantes de los hermanos Soga: Tora, Gozen y Shôshô, que está escrito en un lenguaje altamente poético.

Fue la obra de 1703 de Chikamatsu Sonezeki Shinjû (Los amantes suicidas de Sonezaki), la que estableció el sewamono como un género propio. El michiyuki -peregrinaje-  consiguió alcanzar la cumbre dramática al encontrar el material para la tragedia dentro de las patéticas circunstancias que rodean los suicidios de unos personajes tan corrientes como un empleado y una prostituta.

Genta

Genta in en la producción de mayo de 1975 de Un trágico triángulo amoroso, de Ki no Kaion

Sus obras resultan interesantes primero por los retratos de la vida de los habitantes de la ciudad. Los anodinos personajes que a la postre resultan ser los héroes de las obras de Chikamatsu de género sewamono, al igual que muchos héroes de dramaturgias modernas padecen problemas económicos y otras circunstancias que son incapaces de resolver y es esta incompetencia lo que hace que sus acciones terminen volviéndose contra ellos y no contra sus enemigos.

Los años que siguieron a la muerte de Chikamatsu, ocurrida en 1725, y el precoz retiro de su rival como dramaturgo, Ki no Kaion (1663-1742), fueron, sorprendentemente, los años de mayor esplendor para el teatro de marionetas.

El saludable y pujante estado del Bunraku después de la muerte de Chikamatsu tuvo más que ver con los avances en el manejo de las marionetas y la evolución del arte del recitado que con la destreza  de los dramaturgos que le sucedieron.

Hacia el final de su carrera, Chikamatsu a veces consentía en complacer a la audiencia, siempre deseosa de ser sorprendida con trucos escénicos llamados karakuri, pero en el Bunraku de los autores que le sucedieron no se ahorró ningún esfuerzo para extender, hasta el límite, la capacidad de los muñecos, sobre todo a partir de 1724 cuando la técnica de la marioneta manejada por tres hombres se generalizó.

En la década posterior a la muerte de Chikamatsu se añadieron otras mejoras: en 1727 se introdujeron marionetas que podían mover la boca; que tenían manos que podían agarrar objetos y ojos que podían abrir y cerrar; en  1730  las marionetas podían  reproducir el efecto de una caída de ojos; en 1733 los dedos de los muñecos se hicieron articulados lo que permitía moverlos.

El efecto que ansiaban lograr tanto los cantantes como los operadores de las marionetas era el realismo pero éste se conseguía únicamente dentro de los condicionamientos esencialmente irreales del espectáculo.

El género sewamono de Chikamatsu supuso el cenit del desarrollo hacia el realismo que  que iban a alcanzar los textos del teatro de marionetas; el lenguaje que usaban los personajes era muy cercano al habla contemporánea y los problemas a los que se enfrentaban era creíbles dentro del ámbito de la vida ordinaria.

Pero, incluso en el caso de las obras marcadamente realistas de Chikamatsu, la presencia evidente de los operadores que manejaban o cambian las marionetas y los movimientos artificiosos de éstas impusieron que se fijasen ciertas convenciones de irrealidad que el público aceptó gustosamente. Si el único objetivo de las representaciones hubiera sido alcanzar el máximo nivel de realismo habría sido tan fácil como esconder a los operadores y a los cantantes, como se hace en el teatro de marionetas europeo. Pero lo cierto es que para cada avance hacia el acrecentamiento del realismo se equilibraba con la introducción de un nuevo elemento de irrealidad, o incluso fantasía, especialmente en la variedad llamada karakuri.

Solo después de varias décadas flirteando con la temática y las técnicas del teatro Bunraku el teatro Kabuki se impuso en popularidad. La era gloriosa del Bunraku acabó cuando Osaka fue desplazada como capital cultural pero para entonces ya había provisto al Kabuki con cerca de la mitad de las obras de su repertorio y a la literatura japonesa con muchos de sus obras maestras dramáticas.


1World Within Walls: Japanese Literature of the Pre-Modern Era, 1600-1867. New York: Holt, Rinehart & Winston, 1976.

2 (N.T. Originalmente el teatro de marionetas se conocía como Ningyō jōruri (人形浄瑠璃) , este sigue siendo la denominación más ortodoxaEl término Bunraku se aplicó en un principio a un único establecimiento teatral especializado en marionetas que se fundó en Osaka en 1805 que se llamó Bunrakuza homenajeando así al  grupo  Uemura Bunrakuken (植村文楽軒, 1751-1810) que en el siglo XVIII gracias a su esfuerzo hizo renacer la popularidad del teatro de marionetas.  

Crónica de «Diario de un Loco»» de Gógol. Dirección de Luis Luque

Diario de un loco

Diario de un loco vuelve a la cartelera madrileña en el Matadero a partir del 18 de octubre 2013

Crónica de «Diario de un loco» 

Crónica de una función en una noche de verano*

Noche de estío en la terraza del Matadero en Madrid. Congregación sigilosa como de secreto rito de madrugada, procesión en murmullo expectante. En lo alto imperio de blanco lunar. Brisa traviesa de hora exquisita. Oscuro.

El silencio se rompe. Un hombre clama señalando al satélite, pide que la integridad física del astro sea preservada. Miro al cielo buscando lo albo. Lo encuentro radiante en hermosura. Todo lo bello es frágil y efímero ¿Qué hay sinrazón en aquél que quiere proteger la belleza?

Los días se acumulan junto a los sinsabores. Cada día una decepción. Cada nuevo desengaño se apila pesado sobre el anterior hasta que, colmada la medida del dolor, la atalaya construida de desilusión y llanto se desborda en un torrencial coro de burlas y amonestaciones. Incluso la iniquidad de los animales es fieramente rubricada en paranoicas misivas imaginadas. Humanos y bestias se conjuran para humillarle. El juicio, exhausto, se escapa por las heridas

La naturaleza se enardece en ese parque de Madrid. Como si las desgracias de nuestro loco azuzaran al viento que se agita también indignado en la azotea. Siento un estremecimiento no sé hasta dónde es el fresco, hasta dónde es la compasión por el dolor que está siendo representado.

Y si todas las heridas agostan el alma, las que más marchitan son las del desamor. Pero, ¿cómo poder atrapar lo que ha sido tan esquivo, tan distante y frío como un cuerpo celeste? Tal vez si el desafortunado lunático consiguiera sublimar su estado y, así, elevado, escapar de la injusticia de su raquítica condición sería posible, desde lo alto, alcanzar la desconocida dicha de ser amado. ¿Hay déficit de cordura en quien desea verse perfeccionado para merecer afecto? Si es eso locura estaremos todos emponzoñados de ese mal.

Los días. Los días. Los días. Tal vez se podría evitar el desmoronamiento si fuese posible detener la persistente cadencia de los días, de los agravios.

Aksanti Ivanovich comparte cierta lucidez venerable de sabio arcaico con otros legendarios perturbados rusos como el turbio Raskólnikov o como el loco literario ruso por antonomasia, el yuródivïy, “el loco en Cristo” que puebla tantos pasajes de las letras rusas,como aquel maravilloso “Ivanitch el Inocente” del Boris Godunov de Pushkin que, a pesar de sufrir las crueles chanzas de los niños, por virtud de su santidad, puede, sin embargo, hablar con libertad incluso frente a la mismísima majestad imperial: “No se puede rezar por el Zar Herodes, la Virgen Santa lo prohíbe” le espeta al homicida soberano. Ese mismo loco que convertido en personaje de ópera por Músorgski se lamenta conmovedoramente, con clarividencia de filósofo senatorial, del infausto destino de la desdichada Rusia: “Lágrimas mías derramaos copiosamente”. En este caso la locura es, además de una condición de extrañamiento y marginación, una puerta abierta por la que se cuelan reflexiones vedadas a los que están en sus cabales y por tanto deben someterse a la servidumbre de la prudencia.

Pero, además, el Aksanti dibujado sensiblemente por Luis Luque e interpretado con magistral oficio por José Luis García-Pérez es un loco tan vulnerable que nos arrebata de ternura. Un ser de mirada infantil y pícara que con los ojos busca travieso nuestra aquiescencia; un loco cautivador que exhala dolor en cada sospecha, en cada protesta, en cada queja. Un hermoso ser humano que cuando alcanza la imaginada púrpura corre, en un primer impulso, a ofrecer a su amada “una felicidad que ni siquiera puedes imaginar”. Un lírico mandatario que quiere proteger la belleza de los astros. Un soberano que lejos de emborracharse de armiño soporta paciente y extrañado el yugo al que le reducen sus súbditos-carceleros y que, finalmente, cuando acepta el evidente colapso de su efímera gloria, liberado ya de la mistificación del absurdo reinado, reclama con profundo desvalimiento la ayuda de una madre ausente.

Finalizada la función, la magia de los aplausos profusos y sinceros. El cruce de miradas con mis amigos expresando la satisfacción por haber compartido esta función mágica que enriquecerá nuestro recuerdo común.  La admiración inmensa por el trabajo bien hecho. La interpretación inmaculada José Luis García-Pérez la escenografía sencilla pero profundamente simbólica y efectiva de Mónica Boromello con algunos elementos escénicos, creados en colaboración con Alessio Meloni, que solo pueden ser calificados como monumentales aciertos, la música evocadora de Luis Miguel Cobo, el vestuario de Paco Delgado  y, con permiso de todos, la genialidad y la profunda humanidad del director del montaje, Luis Luque cuya benevolente mirada y consistente talento han dotado de un hermoso lirismo a este personaje maravilloso personaje en el que reconocemos a la vez anhelos y miedos.

Producción: García-Pérez y Desde el Tejado Produce

Dirección: Luis Luque

Ayudante de dirección: Tacuara Casares

Intérprete: José Luis García-Pérez

Creación sonora: Luis Miguel Cobo.

Espacio escénico: Mónica Boromello

Ayudante de escenografía: Alessio Meloni

Vestuario: Paco Delgado

Próximas representaciones: En Matadero Madrid desde el 18 de octubre hasta el 17 de noviembre de 2013

Entradas en Telentrada

 

* La crónica se escribió después de una de las representaciones que tuvo lugar en la azotea del Matadero durante el Fringe 2013

Crónica de «Un trozo invisible de este mundo»

invisible

Ayer estuve viendo «Un trozo invisible de este mundo»” en Las Naves del Español, Matadero, Texto de Juan Diego Botto en lo que, si no estoy equivocado, es su cuarta creación teatral como dramaturgo.

Lo primero que me gustaría destacar es, una vez más, lo mucho que me gusta el espacio, Las Naves del Español en el Matadero en esta ocasión en la Sala 1. Espacio que si de por sí es profundamente evocador ayer estaba resultaba especialmente emotivo por la acertada escenografía, tan sencilla como impactante. ¿Qué puede ser más simbólico que una cinta transportadora de maletas en un entorno ciertamente frío y hasta hostil? Además, el montaje cuenta con una más que acertada iluminación y diseño del ambiente que apoyan con efectividad la intensidad de la interpretación.

El segundo aspecto que hace que recomiende  esta obra es la solidez de la interpretación de Juan Diego Botto que está más allá de cualquier tipo de alabanza. Resulta absolutamente creíble, hipnótico, honesto en la interpretación con un dominio absoluto del personaje. Realmente uno piensa que hay actores y luego está la gente como Botto para la que debería haber otro tipo de apelativo.

Supongo que en esta maravillosa creación de los personajes ha tenido mucho que ver el director Sergio Peris-Mencheta en lo que podría decir que ha sido un más que afortunado encuentro.

Astrid Jones, a otro nivel, pero dejando el pabellón aun muy alto, interpreta de forma muy digna los tristes avatares de una inmigrante subsahariana de hecho, en mi opinión, es ella quien consigue alcanzar el clímax emocional de la obra.

Dicho todo esto que espero que sea razón suficiente para que os animéis a ver este gran trabajo tengo que hacer algunos comentarios sobre el texto.

En mi opinión el texto que podría perfectamente llamarse «Una visión parcial del este mundo» es un compendio o más bien ideario recurrente, de la conocida retahíla de máximas de una forma muy de pensar fuertemente aposentada en el buenismo y en el progresismo de salón.

El texto, que es denso, reiterativo y desequilibrado trata sobre la desgracia de la emigración, sobre las dictaduras de derechas, (las de izquierda el autor no recuerda que existen), sobre los abusos de los fuertes (si son americanos u occidentales), lo milicos torturadores argentinos, etc. El único palo que uno esperaría que tocase en profundidad y que sin embargo apenas roza es el de la Guerra Civil española al que sólo se refiere para insultar la Transición a la democracia.

Ojo, muchas de las cosas que dice son ciertas, muchas de las injusticias que denuncia son absolutamente reales, el problema es que uno no puede dar una visión en conjunto de las cosas si solo cuenta parte de la película. Pongo un ejemplo. Uno de los personajes es un argentino inmigrante en España que curra en la construcción y que hace una, interpretativamente hablando, gloriosa llamada a su mujer que está en Buenos Aires. Esta llamada le da la oportunidad para comentar lo mal que van las cosas etc. Bueno, salvando la licencia de poner un ¡argentino currando en la construcción! (yo los he visto en cualquier tipo de profesión liberal, desde dentistas, psicólogos, echadores de cartas, masajistas, actores (muy buenos), diseñadores, etc. Pero, ¿es representativo un argentino de paleta?… Bueno, salvando esa licencia, el joven inmigrante cuenta a la mujer la precariedad del trabajo, la falta de papeles, la contratación ilegal, las colas diarias para pillar curro, etc. Hasta ahí todo cierto, todo denunciable, todo triste. El problema es que en ningún momento de la obra habla de aquel argentino que emigró y, oye, cosas absurdas del capitalismo, le fue bien o al menos le fue tan bien o mal como a cualquier otro español que consigue salir adelante sin caer en las simas de la indigencia. Botto, por ejemplo, no habla de su caso personal y familiar, del hecho de ser un profesional respetadísimo y de que su madre lo sea aún más. Y tantos otros que sin llegar a su nivel de éxito oye, van tirando.
Creo que si no se quiere caer en el maniqueísmo uno puede contar el caso triste, denunciar el abuso, por supuesto, pero también debe dar una visión real de las cosas. Precisamente porque las cosas van tan mal para bastantes que no hace falta dar una versión sesgada de la realidad para que nos preguntemos si hay que cambiar algo.

La parte la inmigrante subsahariana fue en mi opinión la más creíble, son los que peor lo tienen con mucho y, si bien Botto es poco comedido en contar las desgracias que sufre la desafortunada mujer: explotación laboral con impunidad de sus explotadores, enfermedad -sida tratado con cremas para el picor-, exclusión social, cárcel, etc., estas resultan creíbles a pesar que como digo lo ha planteado de una forma tan desmedida que resulta contraproducente. Como si para contar la historia de las penalidades de un judío en tiempos del holocausto nazi le hicieras pasar consecutivamente por todos los campos de concentración conocidos desde Mathausen a Treblinka pasando por Auschwitz y Dachau sin entender que con haber estado en uno solo de estos infiernos ya hay suficiente material para entender el mensaje de la monstruosa experiencia que debió ser eso. Botto usa descaradamente la fibra sensible, sin ningún tipo de autocontención, el único palo que le queda sin tocar es el del niño con leucemia con la cabeza afeitada pero supongo que era complicado meterlo en el argumento. Eso sí, tenemos el caso de la niña que juega con la muñeca y que muere de peritonitis porque los padres no la llevan al hospital por miedo a meterse en problemas….Eso, no lo negarán, es artillería pesada capaz de hacer brotar una lágrima del ojo de vidrio de un malvado.

Con respecto a la inmigración por supuesto se plantea con el pensamiento buenista de lo malas que son las fronteras, en ningún momento hay reflexión sobre qué ha ocurrido en lugares donde se han producido grandes flujos migratorios que no han podido ser regulados por producirse dentro de un país. Por ejemplo, la emigración desde el nordeste del Brasil a Rio y Sao Paulo y la creación de millones de favelas por la incapacidad de estos destinos de emigración de poder absorber de una forma adecuada esos flujos migratorios. El hecho de que países que consideramos en la vanguardia de los derechos humanos (países del norte de Europa, Australia, Suiza, tengan férreas medidas para regular –no para prohibir– la inmigración, no le provoca la más mínima reflexión).

Terminado el tema de la Mordor-emigración tenemos un capítulo sobre, ¿adivináis?, ¿alguna novedad? ¿alguna denuncia sobre el régimen actual de Corea del Norte?…Noooooo, ¡Deja a Corea del Norte y su dictador comunista, con esos no nos metemos!… Vamos a darle otra vuelta de tuerca a la dictadura militar argentina, las torturas en la Escuela de Mecánica y, bueno… Botto, por desgracia, tiene lamentables razones personales para tener fijación con ese tema. Pero es que cuando ya se ha tratado millones de veces en miles de películas y siempre con la misma visión resulta algo reiterativo. Igualito que cuando aquí en España cuando un “joven y prometedor cineasta” presenta su primer y “original” largometraje: basado en la Guerra Civil española, en el que compulsivamente repite absolutamente todos los clichés y estereotipos que se han descrito ya en el millón y medio de películas sobre este tema que los españoles hemos sufrido desde la llegada de la democracia. Son aportaciones a la cultura que siguen los patrones virales de ciertos contenidos repetitivos de redes sociales de internet. Es decir, «lo cuento para que me contéis entre los vuestros, lo digo, aunque mi aportación no ofrece ninguna novedad, para que veáis que yo también soy de los buenos».

La última parte sin duda es la peor, en ella el autor se pone filosófico-ideológico. Botto sube el nivel y comenta citas que odia “Más vale pájaro en mano que ciento volando” o la deplorable “Diez está igual de lejos de infinito que cero”. Sin entrar en mucho detalle le sirven para reivindicar el revanchismo, la bondad de heredar los odios de nuestros abuelos, la necesidad de no pasar página. Todo ello, por supuesto, sazonado con críticas a los grandes monstruos del siglo XX, a saber ¡Henry Kissinger!, Bush, Putin y no sé quien más… ¿Alguien preguntará «Pero, ¿en esa lista de la infamia del siglo XX habrá mencionado Castro o a Pol Pot, o tal vez a Stalin o a Hoxa?». Pues no, ni palabrita. Tampoco a Duvalier o a Gadafi, Idi Amin, etc. Se hacen breves referencias a Mao y Lenin pero no crean que para criticarlos, sino porque uno de sus personajes, el torturado en la Escuela de Mecánica recuerda frases de ellos (hay que recordar que algunos entre los “democráticos” opositores a la dictadura militar Argentina se inspiraron mucho en grandes dictadores como Mao y Lenin). De Mao recuerda su frase: “El primer deber de un prisionero es fugarse”…Curioso cuando Mao consiguió hacer de toda China una prisión. Pero bueno, eso lo dice su personaje que reflexiona sobre que el primer deber en cualquier caso es estar vivo para poder fugarse.

Con la frase «Diez está igual de lejos del infinito que cero» estoy totalmente de acuerdo que es una frase desafortunada pero tú, admirado Botto, no la puedes denostar, porque tú, con toda tu buena intención, has hecho de esa frase un motto en esta obra. Tú la has criticado en el sentido de que como no es posible hacer una justicia total da igual hacer poca o ninguna justicia. Pero tú mismo has forzado la máquina de tu exposición de los hechos hasta el extremo, has dado un visión sesgada de la realidad, has señalado a unos y no a otros. Como unas situaciones son totalmente injustas digamos que TODO es injusto, demos esa falsa impresión, Al fin y al cabo diez está tan lejos del infinito como cero.

Comentar que a pesar de todo lo que he dicho sobre el texto al 99,9% del público le debió encantar porque prácticamente toda la sala acabó dando una cerrada ovación a los actores y creadores del trabajo. Aplausos que se redoblaron cuando Botto hizo un pequeño inciso para comentar que en este día las «Abuelas de la Plaza de Mayo» habían encontrado a otro de los niños secuestrados por la dictadura (yo ya me esperaba verlas entrar con pancartas apoyando a la Kirchner o a Herribatasuna o a cualquiera de las causas que hacen la delicia de las encantadoras nonnas.

Por mi parte, y a pesar de las críticas al texto insisto en que me arrodillo ante capacidad de interpretar de Botto y la profesionalidad y talento con que se ha hecho este montaje y doy gracias porque podamos contar en España con un actor que eleva el nivel de nuestro teatro de una forma tan definitiva.

Gracias también a los gestores de Las Naves del Español, Matadero, un espacio cultural de gestión municipal por acoger una obra interesante que es muy crítica con la gestión de esta administración.

Reparto:
Juan Diego Botto
Astrid Jones
Escenografía
Sergio Peris-Mencheta y Carlos Aparicio
Dirección:
Sergio Peris-Mencheta.
Producciones Cristina Rota y Teatro Español

Teatre Lliure Montjuïc. Barcelona

Dirección: Plaza Margarida Xirgú, 1. Barcelona

Hasta: Hasta el 29.09.2013