La edad adulta es el periodo de la vida que pasamos intentando superar los traumas de la niñez
El patio del colegio es un entorno aparentemente lúdico y seguro en donde muchos niños conocen por primera vez la amarga experiencia de no encajar; donde muchos, por primera vez, se enfrentan a la soledad o descubren el miedo a la agresión verbal o física. En ese aparentemente inocuo recinto de hormigón ser diferente no es un valor en alza ya que las personalidades en formación se desarrollan buscando el apoyo radicular en la gran tiranía del concepto «normalidad».
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La espoleta que activó la pulsión creadora dePaco Bezerra (1978) fue una noticia sobre un caso acontecido en los Estados Unidos: Gryson Bruce, un niño de 9 años de Carolina Norte que en 2014 sufrió acoso por apartarse del supuesto modelo heteronormativo imperante en el microcosmos escolar (entre alumnos y profesores por igual). Parece ser que algunos entendieron que el muchacho desafiaba el statu quo del colegio al llevar una colorida mochila de la serie My Little Pony. Hasta ahí todo básicamente normal, los infantes encuentran siempre un motivo para encontrar un chivo expiatorio: gafas, sobrepeso, orejas grandes, etc. En este caso el asunto cobró un cariz mucho más importante porque la dirección del colegio, lejos de aprovechar ese conflicto para educar en valores a los niños, tomo partido por los acusadores y exigió a los padres que Greyson no volviera a acudir a clase pertrechado con un objeto tan provocador.
El conflicto que presenta la dramaturgia está de triste actualidad también en España. La visión con que lo aborda Bezerra interesa porque se aparta del esquema simplificado de los buenos y los malos apostando por presentar los múltiples factores que afectan a este problema: prejuicios, miedos, sobreprotección, temor a no encajar, hipocresía y decepción. Al ritmo quizá un poco ralentizado de la parte expositiva (da la impresión de que algunos diálogos han sido estirados más de lo que convendría), viene una segunda parte que realmente resulta absorbente y motivadora. Para entender completamente la atmósfera y la intención del final creo que es aconsejable conocer un poco sobre los valores y la filosofía que impregna la serie «Mi pequeño Pony». La niñez solo acaba con la muerte, por lo tanto no procede renunciar a encontrar en la realidad algo de la fantasía que gobierna el mundo de los dibujos animados.
El montaje
El viaje que realizarán los personajes, la madre, Irene –María Adánez– y el padre Javier –Roberto Enríquez–, les situará en diferentes planos éticos y morales, sus motivaciones, no siempre comprensibles desde la comodidad del patio de butacas, serán argumentadas provocando un interesante ejercicio de reflexión. Nunca los conflictos vitales se pueden expresar en blanco y negro, la experiencia humana está constreñida en un complejo entramado tridimensional donde abundan las diferentes gamas del gris por lo que los juicios sumarísimos casi nunca son pertinentes.
El duelo dialéctico de gran carga emocional, que a veces recuerda a Mamet, requiere un trabajo interpretativo exigente volcado en la credibilidad y en el ritmo. A Roberto Enríquez, un actor privilegiado para el teatro, al que yo no veía desde la potente «Málaga» de Lukas Bärfuss (otro estupendo texto que aborda conflictos en el seno de la familia). En esta ocasión, Enríquez vuelve a manejarse con esa verdad y precisión habitual en él. Del trabajo de María Adánez se podrá decir con acierto que es uno de los más ricos en matices que ha realizado en su carrera. Ambos han tenido la suerte de estar dirigidos por un director en el que se mezcla la mirada humanista con la exigencia técnica, Luis Luque. El habitual colaborador de Paco Bezerra, deja su impronta en la huida del artificio y una honestidad del trabajo actoral que siempre conmueve al espectador. Además de su contribución en la dirección, Luque –y los propios actores– han colaborado activamente con Bezerra en la génesis del texto teatral.
Otro elemento absolutamente destacable del montaje es el trabajo de vídeo-creación a cargo de Álvaro Luna. Si ya disfrutamos muchísimo del magnífico resultado de su anterior colaboración con Paco Bezerra, «El señor Ye ama a los dragones» (8 candidaturas a los premios MAX), el trabajo que realiza aquí es incluso más memorable: emotivo, mágico, onírico, imprescindible sin resultar invasivo, etc. Realmente un elemento capital en esta producción.
Todos los demás aspectos artísticos y técnicos: escenografía de Monica Borromello; música de Luis Miguel Cobo; iluminación de Juan Gómez-Cornejo y vestuario de Almudena Rodríguez a un nivel exquisito que hace que la factura de la producción sea intachable.
Dirección Técnica: ANTONIO REGALADO
Electricidad: CELSO JOSÉ HERNANDO
Maquinaria/Regiduría: JOSÉ ENRIQUE HERNANDO
Sonido/Videoescena: JUAN JOSÉ CAÑADAS
Cosmética y Maquillaje: AVÈNE
Realización decorados: SCNICK MOVIL, S.A.
Transportes: MARTA CARRASCO
Sonido: ENEKO ÁLAMO
Maquinaria/Regiduría: ARTURO ATIENZA
EQUIPO DE PRODUCCIÓN
Gerencia: JOSÉ CASERO
Adjunto Producción: JOSÉ CASERO
Productor: CELESTINO ARANDA PRODUCCIONES FARAUTE
Actualización 17 de febrero de 2016: El señor Ye ama alos dragones recibe ocho nominaciones a los premios MAX Entre otras, opta a Mejor espectáculo de teatro parael Teatro Español y a Mejor autoría teatral para Bezerra. Además, está nominado a Mejor composición musical para espectáculo escénico para Luis Miguel Cobo, Mejordiseño de espacio escénico para Monica Borromello, Mejor diseño de vestuario para Elisa Sanz, Mejor diseño de iluminación para Felipe Ramos, Mejor actriz protagonista para Gloria Muñoz y Mejor actriz de reparto para Lola Casamayor.
Cuando en julio de 2014Juan Carlos Pérez de la Fuente asumió la dirección artística del Teatro Españolse planteó como principal obejtivo: «preservar y consolidar el principal teatro de Madrid con respeto absoluto a su trayectoria histórica como bien cultural extraordinario y en diálogo permanente con la sociedad del siglo XXI». «Es la gran casa del teatro madrileño, español y universal, un espacio dinámico y plural, abierto a todas las voces de nuestra dramaturgia y a todos los creadores que configuran el hecho teatral».
Atendiendo a esta prometedora predisposición se antoja que es un buen ejercicio de coherencia el que, de la mano del nuevo director, jóvenes valores del panorama escénico español encuentren, por fin, el lugar que les corresponde entre la variada oferta de los espacios escénicos municipales. En ese sentido, contar en el integrador proyecto de Pérez de la Fuente con alguno de los trabajos de Paco Bezerra –Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Literatura Dramática, (2009) y Premio Calderón de la Barca (2007), entre otros galardones– era una decisión bastante lógica.
El señor Ye amaba los dragones
Partiendo de una antigua fábula china ‘El señor Ye amaba los dragones‘ (叶公好龙 –yè gōng hào lóng–) cuya versión prêt-à-porter castellana podría ser algo así como «Dios nos libre del día en que nos conceda lo que le pedimos», Bezerra nos sumerge en un microcosmos de portal de vecinos en donde conviven realidades sociales separadas por miles de años. De la misma manera que el clásico advertía que a todo viajero que se aproxima a una villa le reciben dos ciudades (una para los ricos y otra para los pobres) en el edificio ideado por Bezerra los españoles viven separados de los desfavorecidos chinos por varios pisos –los que van del cómodo ático al lúgubre sótano– y más de 2.900 años, es decir los que separan sus respectivos calendarios.
El señor Ye ama a los dragones aborda en tono de comedia temas profusamente tratados en dramaturgias anglosajonas (racismo, aculturación, dificultad de integración, paternalismo occidental, etc.) que, por lo general, son escasamente explorados en dramaturgias españolas (olvido que ya por sí mismo resulta muy significativo). El texto, en el que, sin cargar demasiado las tintas, también se advierte una cierta intención moralizante –ahora lo llaman karma– , resulta ágil, oportuno, y divertido con una conclusión que es más un «¡zas, en toda la boca! chino» que una verdadera moraleja. A pesar de estar escrito en clave de costumbrismo crítico no abunda en lo pedagógico sino que el autor opta por subrayar los detalles grotescos y humorísticos, si bien en ocasiones el humor ha sido perfilado con una brocha algo más gorda de lo que a mi gusto personal le apetecería. Completando la sugerente receta introduce el elemento siempre perturbardor de una densa y obcecada niebla que, aunque podría parecer un extemporáneo homenaje a Stephen King, hace en realidad mención a un evento meteorológico extremo que, fruto de la altísima contaminación que sufre la ciudad, se produce con relativa frecuencia en Beijing.
Pantalla de amanecer virtual en la plaza de Tiananmen (Photo by ChinaFotoPress/ChinaFotoPress via Getty Images)
El equipo actoral está capitaneado por dos pesos pesados cuyas interpretaciones suponen, sin lugar a dudas, uno de los puntos fuertes de esta propuesta. Gloria Muñoz y Lola Casamayor, están extraordinarias en sus respectivos papeles de presidenta de la comunidad meticona (perdón por la redundancia) y de vecina con desorden alimentario aquejada de horror vacui. Junto a ellas, dos actrices chinas, Chen Lu y Huichi Chiu como la némesis oriental y trabajadora de las dos zánganas españolas.
La benéfica dirección, a cargo del siempre inspirado, Luis Luque (recordemos sus gloriosos trabajos en Diario de un Loco o en la memorable Ahora empiezan la vacaciones del propio Bezerra) deja su impronta en las solventes interpretaciones del equipo con una Gloria Muñoz de expresión tan elocuente que bien podría hacer suya la proclama de Sunset Boulevard ‘With one look‘, Ya saben: Con una mirada puedo romperte el corazón… Acertadísima también la idea de Luque de aplicarle estilizados gestos de coleoptera a esta vecina que tanto tiene de cucaracha.
En un montaje en el que el simbolismo está muy presente la intervención de Mónica Boromello enriquece la propuesta con una estructura que hace las veces de escalera (y ascensor) del edificio, y que a la vez es un homenaje a la Gran Muralla China, una muralla que aquí separa la vida y el destino de occidentales y orientales, pero que debido a la aparición de un escurridizo personaje misterioso unos y otros se verán forzados a recorrer..
Y si todos estos elementos ya parecen suficientes para hacer una buena propuesta, me reservo para el final tres aportaciones que hacen que la factura de este trabajo pueda recibir el adjetivo de impecable. Me refiero, por un lado a la vistosa iluminación a cargo de Felipe Ramos realizada con sensibilidad en inteligencia; a la magnífica música de Luis Miguel Cobo que rema siempre a favor de la trama y que transporta al espectador al estado de ánimo que exige el guion y, por último, el brillante trabajo audiovisual de Álvaro Luna, una intervención muy drástica que, sin embargo, no resulta invasiva, dotando al montaje de contenidos eminentemente simbólicos que resultan realmente sugestivos. Personalmente me pareció absolutamente hipnótico el momento del coro que me recuerda el energético ritmo del coro de la noche de la ópera de John Adams ‘The Death Of Klinghoffer’.
En resumen, un estupendo rato de teatro (de eso se trata); una propuesta de acabado formal extraordinario con un texto que aborda un tema de actualidad sin la pretensión de hacerlo con el solemne estilo de la encíclica o el manifiesto social con lo que resta en profundidad lo suma en accesibilidad e inmediatez del mensaje.
Fecha: Del 18 de marzo al 3 de mayo de 2015
Sala Naves del Español – Sala Max Aub
Horario De martes a sábado, 20.30h. Domingos 19.30h.
Precio Entradas 18€. Martes, miércoles y jueves 25% dto.
[Artículo actualizado el 30 de agosto de 2015 con motivo del estreno del montaje en Nave 73 el 05 de septiembre de 2015]
Cliff (Acantilado) fue estrenada, en España, el 8 de septiembre de 2014 en La Pensión de las Pulgascon un considerable éxito de crítica y público. Un año después, el pasado sábado 5 de septiembre, la obra fue presentada de nuevo en la sala Nave 73. Con motivo de este reestreno el montaje ha sufrido algunos cambios (que comentaremos más adelante) y que en mi opinión han ido muy a favor de la propuesta realzando unos elementos que ya de por sí eran muy interesantes.
Y es que la obra cuenta con todos los ingredientes para resultar un viaje apasionante para el público ansioso de buen teatro: un autor, Alberto Conejero (Jaén, 1978), en imparable curso de colisión con el éxito, quien para esta ocasión, ha elegido rodearse de un dream team a la altura de su talento. Como director del montaje el polifacético actor-bailarín-coreógrafo-director, Alberto Velasco (Valladolid 1982) que recientemente nos regaló el espectáculo Danzad Malditos (Frinje 2015) y del que podemos disfrutar todas las semanas en su trabajo en la serie «Vis a vis» encarnando a Antonio Palacios; La escenografía es obra del cada vez más imprescindible Alessio Meloni; la emotiva –y no es hablar por hablar– música original es de Mariano Marín; la evocadora iluminación la firma Luis Perdigueroy el trabajo de videoarte ha corrido a cargo de Adriá Giralt.
Pero, con permiso de todos, me gustaría resaltar el sobresaliente trabajo actoral que ofrece un actor capaz de enfrentarse a un monólogo de superlativa complejidad interpretativa, Carlos Lorenzo Villoria. De la eficaz existencia orgánica del personaje se adivinan las horas de duro trabajo de actor y director para conseguir un resultado de una calidad que, por desgracia, no tenemos oportunidad de ver sobre las tablas con la frecuencia que nos gustaría.
A pesar de su juventud, Conejero es autor de un buen número de ensayos y piezas teatrales, entre las que destaca La Piedra Oscura, premio Ceres a la mejor autoría teatral, –en cartel por segunda temporada en el Centro Dramático Nacional–, y este Cliff (acantilado), texto ganador del IV Certamen Leopoldo Alas Mínguez – SGAE 2010 y publicado por la Fundación Autor en 2011. Para los que conocíamos el texto de Alberto Conejero había una especial curiosidad por ver cómo iba a ser encarnado ese personaje profundamente herido. Por otro lado, parecía de justicia que un texto que ya había sido montado en Buenos Aires en 2012 (con otra producción) fuera, al fin, representado en España.
No voy a negar que también existía un interrogante: un monólogo de extraordinaria dureza donde las palabras del desencanto son escogidas por el autor con la contundente violencia del martillodel herrero; un protagonista deslizándose en caída libre por la resbaladiza pendiente de una vida llena de reveses mal gestionados, acelerado en su descenso al abismo por su propia manía de rebullirse contra un mundo al que solo puede soportar desde las profundidades de un vaso de güisqui. Y, por último, un texto a veces sutilmente críptico que apela al deseo del espectador de descubrir los parajes de dolor y decepción por los que transita el personaje.
Se trata, pues, de un personaje amenazado por muchos conflictos: El detonante, un accidente que borra su principal rasgo identitario frente al mundo, su belleza; una culpa: la homosexualidad vivida en los difíciles años del macarthismo; el ruido de fondo: una relación conflictiva con su madre y una inquietud: el anhelo por reencontrar la honestidad como actor, algo que los estudios de Hollywood han dinamitado a fuerza de contratos millonarios.
Conejero, el autor de las emociones, ha sabido impregnar de desencantado lirismo un texto que no solo habla de la vida de un gran actor de Hollywood, Cliff trata –como lo hace siempre el buen teatro– de nosotros mismos y especialmente de todas esas ocasiones en que nos atropellan las ciegas acometidas de la vida. La vida, esa experiencia sobre la que, en el mejor de los casos, apenas podemos tener la vana ilusión de un cierto control.
Recomiendo este montaje a los que aún no conocen el teatro de Alberto Conejero, a aquellos que ya lo han señalado con nombre de elegido tras emocionarse con ese himno de humanismo consolador que es La piedra oscura y muy especialmente congrego a aquellos que ya vieron Cliff (Acantilado) en La pensión de las pulgas, pues aquel vino joven de hace un año se ha convertido en un caldo con solera lleno de matices en el que todo anima para que la belleza de la hábil prosa del poeta se sobreponga a la amarga negrura del dolor narrado.
Datos estreno en la Pensión de las Pulgas 08 de septiembre de 2014
CLIFF (ACANTILADO)
Texto de Alberto Conejero
Dirigido por Alberto Conejero y Alberto Velasco
Interpretado por Carlos Lorenzo
Espacio sonoro y música original: Mariano Marín
Creación audiovisual: Adrià Ghuiralt
Diseño gráfico y cartel: Adrián Novoa
Ayudante de dirección: Pablo Martínez
Datos reposición en Nave 73 5 de septiembre de 2015
Interpretación: Carlos Lorenzo
Texto: Alberto Conejero
Dirección: Alberto Velasco
Ayudantía de Dirección: Pablo Martínez Bravo
Espacio sonoro: Mariano Marín
Escenografía: Alessio Meloni
Iluminación: Luis Perdiguero
Producción: Sara Luesma
Taller escenográfico: Escénica Integral S.L.
Audiovisuales: Adriá Giralt
Actor audiovisuales: Aarón Lobato
Diseño gráfico: Chema Pop
Voces en off Radio: Kiti Manver, Luis Luque y Chevi Muraday.
Voz en off Oscars: Irene Escolar
Septiembre 2012/ agosto 2013. Un año de teatro. Miguel Pérez Valiente*
Artículo publicado el 5 de octubre de 2013 en el número 7 de la revista Pastiche
Pastiche nº 7
La intención de escribir unas líneas sobre el curso teatral recién concluido obedece mucho más a un deseo de dejar testimonio de una experiencia en el plano personal que al propósito de elaborar un exhaustivo catálogo de las obras representadas en Madrid desde septiembre 2012 hasta finales de agosto pasado. Este recorrido no persigue hacer un sesudo tratado teatral ni un inventario de virtudes y calidades de la cartelera entre septiembre de 2012 y este pasado agosto. Se trata, más bien, de fijar en el papel algunas emociones, reflexiones y sucintas consideraciones, muy personales, ergo subjetivas, con el deseo de celebrar lo que ha sido, con todo el componente heroico que la precaria coyuntura económica conlleva, un muy provechoso año de teatro en la ciudad de Madrid. Asimismo este artículo rinde homenaje a esas salas y creadores que asumiendo no poco riesgo personal siguen por la gracia de su esfuerzo inundándonos de entusiasmo hacia la expresión escénica. Gracias a ellos que nos abren puertas mentales y nos reinfectan de ese transformador virus del teatro.
Faltarán en estas notas muchas de las obras que han despuntado ya que ni el espacio, necesariamente limitado, de este artículo lo permite, ni el autor de este compendio conoce toda la extensa oferta que se ha presentado en la ciudad durante este periodo ni pretende crear ningún tipo de jerarquía en método de exposición, por lo tanto, intentar elaborar un listado meticuloso y jerárquico sobrepasaría ampliamente el objetivo de esta reseña. El único criterio que interferirá con la libérrima potestad de la memoria, y esto sólo en contadas ocasiones, será el ánimo de destacar aquellos trabajos de notable calidad que por cualesquiera que sean los motivos entienda el autor que no han tenido toda la difusión que a sus méritos correspondía.
Madrid es Off
El curso recién terminado ha visto la absoluta consolidación del circuito Off madrileño. Por el número de salas abiertas, que a pesar de algún doloroso cierre, se ha visto incrementado en términos absolutos; por la variedad y la calidad de la oferta y, sobre todo, por la valentía, el empeño y la vocación de gestores, programadores, compañías, actores, directores, dramaturgos, etc., el Off se ha establecido como un verdadero motor de la vida cultural de la ciudad. Su dinamismo, su flexibilidad, la frescura de sus propuestas y la capacidad para atraer a talentos emergentes e integrarlos junto a valores ya consagrados supone un enorme valor añadido a la oferta de la escena madrileña.
A la cabeza de las salas alternativas se encuentra, en mi opinión, La Casa de la Portera verdadero buque insignia de este fenómeno y espacio imprescindible para entender qué es lo que se está cociendo en Madrid a nivel teatral. En apenas un año de existencia y con sólo dos temporadas a su espalda ha demostrado una especial lucidez a la hora de programar, consiguiendo atraer hacia su proyecto, en tan breve espacio de tiempo, a una pléyade de artistas como Paco Bezerra, Luis Luque, Carlos Be, Miguel Albadalejo, José Padilla, Francesco Carril, Denise Despeyroux o Rubén Ochandiano entre muchos otros, que evidencia la vitalidad creativa que, a pesar de todo, se está generando en los últimos años en nuestro país.
Quizá uno de las consecuencias más interesantes del acercamiento que propicia la mayor flexibilidad de la escena Off ha sido un contacto cualitativamente mucho más rico con las audiencias y una sensibilización por parte de salas y programadores sobre la importancia de mantener vías de comunicación con el público. A través de las redes sociales, blogs o revistas en línea se han ido articulando grupos de aficionados que desean tener una mayor implicación en el fenómeno escénico. Se trata de superar la antigua distribución de roles en la que únicamente se esperaba del espectador que comprase su entrada y aplaudiese al finalizar la función mientras que toda la iniciativa quedaba en manos de programadores, creadores y teatros. Cada vez más programadores desean recibir el feedback de sus audiencias no sólo en términos de resultados de taquilla o mediante estáticos “encuentros con el público” al final de la función; han entendido la importancia de ganarse la complicidad de los espectadores involucrándoles en sus proyectos incluso durante el proceso creativo. En este sentido, resulta especialmente interesante la iniciativa de algunas salas y teatros de acoger a espectadores activos durante los ensayos o sesiones de trabajo, algo que no sólo sirve para satisfacer la curiosidad de los espectadores sino que también pueden aprovechar los creadores para pulsar las impresiones de la audiencia incluso desde un estadio embrionario del proyecto. Por otro lado, la gran cantidad de blogs donde aficionados al teatro ofrecen sus críticas teatrales de manera amateur completa, por su visión fresca y posición menos comprometida, complementan el interesante enfoque de las críticas profesionales.
Especialmente en un momento en el que más y más creadores se vuelven hacia el público demandando apoyo financiero para sus proyectos a través de iniciativas de crowdfunding o micro-mecenazgo es cuando se hace evidente que la correspondencia entre público e industria teatral es un activo que no debe ser pasado por alto.
¡Goya!, ¡Goya!, ¡Goya!
Quizá si este fuera otro país, si España no fuera, en esencia, el mismo laberinto de trincheras y desconfianza del que Goya tuvo que exilarse, el genio de Fuendetodos sería hoy en día un personaje imprescindible en nuestras tablas. La encrucijada histórica que le obligó a posar sus pisadas de gigante en el traqueteante y siempre inestable puente de madera que separa a las dos Españas y su imaginación prodigiosa fruto de la cual surgió un universo iconográfico emborrachado de desencanto y sabia locura, habrían sido un fértil caño de fresca inspiración al que recurrieran sedientos autores de todas las generaciones. Pero, como digo, esto es España y la Historia nos interesa lo justo. Nos atrae si podemos utilizarla en nuestro argumentario político, si la podemos arrojar a nuestro oponente como si de una bomba de racimo se tratara en el fragor del debate. Pero su figura se salva de la manipulación por su extraordinaria dimensión que impide que pueda ser enarbolado como bandera de contiendas actuales. Goya es demasiado grande para ser encajonado dentro de los ínfimos compartimentos sobre los que se construyen las ideologías. Por eso ha sido extraordinariamente feliz que en este curso teatral hayamos tenido en Madrid no uno sino dos estupendos trabajos teatrales sobre la figura del genio:
En enero llegó al CBA, Sala Fernando de Rojas: El sueño de la razón de Antonio Buero Vallejo. Montaje dirigido por Paco Macià con Juan Meseguer en el papel de Goya. Completaban el reparto Eloísa Azorín, César Oliva, Toni Medina, Manuel Menarguez, Vicente Rodado y Verónica Bermúdez. Un montaje de la Compañía Ferroviaria de Artes Escénicas de una belleza plástica sorprendente que llegó a Madrid con incomprensible sigilo, lo que, según mi opinión, no favoreció que cosechase todo el éxito ni tuviera la potente repercusión que merecía. La encrucijada vital de Goya en las últimas semanas de tribulación antes de su salida de España se plasmarían en su Pinturas Negras que en esta producción adquieren la categoría de verdaderas visiones o ensoñaciones proféticas de un futuro incierto lleno de amenazas y peligros.
Una de las últimas obras que pudimos ver representadas en el lamentablemente desaparecido Garaje Lumière fue Lucientes, ¿sois almas en pena o sois hijos de puta? de la compañía La Intemerata Una propuesta llena de vigor y contenido de Pilar Almansa con vibrante dirección de Rakel Camacho en la que se revisan, en clave actual, algunos de los elementos definitorios del capricho goyesco y del fértil e inquietante imaginario del genio.
Providencial inspiración
A Nuestra Señora de las nubes, de Arístides Vargas con dirección de Lino Ferreira, llegué de una forma algo casual. De hecho, fui a Matadero -en uno de cuyos espacios estaba programando Kubik Fabrik durante las obras que tuvieron lugar en su sede- con la intención de asistir a otra función que se representaba en el recinto. Al darme cuenta de que ese día se presentaba la última función de Nuestra Señora hice un cambio de planes sin más motivo que el de seguir el mandato de uno de esos raros pálpitos que, de improviso, nos inclinan hacia una hermosura que intuimos pero de la que no tenemos ninguna certeza. Y así fue como el disfrute fue mayor porque en esta afortunada ocasión la belleza de un texto impregnado de poesía y la eficaz interpretación fueron aliadas de la sorpresa de un descubrimiento inesperado.
En este montaje de El Óbolo Producciones, dos exiliados -Inma Nieto y Julio Cortázar- intentan reconstruir la desvaída memoria de su pueblo, aunque ésta, como precioso paño agostado de tiempo y distancia, se halla deshilachada de su urdimbre. En el proceso de recomposición del tejido emocional de los desubicados aparecen variados y carismáticos personajes construyendo un espacio mágico en el espectador, que ignora cuánto hay de realidad y cuánto hay de recuerdo procesado. La exigencia para los intérpretes es máxima y es de ley manifestar que tanto Inma como Julio pasan la prueba sobrados de talento e inspiración.
El ocaso de los buenos
Una de las propuestas más interesantes de la XIII Edición delFestival Escena Contemporánea fue la que nos trajo la compañía valenciana El Pont Flotant, un trabajo coral de título Algunas personas buenas que pudimos ver en el Teatro Lagrada. La obra está planteada como un extenso flash forward que nos trasladará al tiempo de la vejez de los propios miembros de la compañía teatral, a saber, Àlex Cantó, Joan Collado, Jesús Muñoz y Pau Pons.
En la edad del desarraigo vital, desasistidos de fuerzas y cuando la certeza del inminente derrumbe cristaliza en una desconfianza que como un extenso queloide se instala bajo la ajada piel, estos ancianos, cuyo universo se ha reducido a las cuatro paredes de un bar tan desvencijado como sus olvidados proyectos de juventud, se inflaman de un último y acuciante deseo de dar a esta sociedad enferma un último trabajo que tal vez les redima de todas sus deserciones. Los espectadores podrán acompañarles en el proceso de creación de su canto de cisne. Este último viaje permitirá a los actores realizar un prodigioso despliegue de recursos interpretativos y demostrar su absoluto control del teatro físico. Reflexiones, teñidas de melancolía, sobre la incoherencia entre nuestro discurso y nuestras acciones, sobre el efecto devastador del paso del tiempo sólo levemente mitigado mediante grandes dosis de ironía y humor y sobre la necesidad de sobreponerse a las propias convicciones para poder seguir existiendo. Despojados de discursos y banderas, de proyectos e ideales, emergen, en la fragilidad de un tiempo que se acaba, cuatro personas buenas.
El laberinto de la memoria
La producciones propias del Teatro Guindalera ofrecen unos estándares de calidad tanto a nivel de elección de textos como a nivel interpretativo tan extraordinariamente altos que hacen que, desde cualquier punto de vista, esta querida sala madrileña sea imprescindible para cualquiera que viva en la capital o se acerque a ésta con la loable intención de ver buen teatro.
La gema que nos han ofrecido esta temporada El Fantástico Francis Hardy curandero es un hermosísimo texto de Brian Friel que fue presentado con la delicada y preciosista dirección de Juan Pastor y las memorables interpretaciones de Bruno Lastra, María Pastor y Felipe Andrés. Un montaje estructurado en cuatro brillantes monólogos en los que tres personajes narran, sin correspondencia cronológica, los mismos sucesos. Además de la dislocación espacio-temporal, cada personaje contará su versión de los hechos desde el condicionamiento de su propia herida. Francis Hardy se debatirá en la duda sobre la posibilidad de su don sanador; Grace dará testimonio de su profunda decepción por el siempre vacilante afecto de Hardy y Teddy, en una asombrosa escena, resolverá alguna de las claves de la pareja al mismo tiempo que hará una afiladísima reflexión sobre los vínculos entre el talento y la inteligencia.
Acudí a esta función en tres ocasiones y en todas ellas salí conmocionado porque el texto incita a la reflexión sobre unas cuestiones de enorme calado vital como la posibilidad del amor, la utilidad del talento o la ilimitada capacidad para decepcionar que tenemos los seres humanos. Sería un extraordinario regalo volver a ver este montaje que aún tiene mucho que ofrecer.
Por otro lado, muy pronto podremos disfrutar del nuevo montaje de esta sala, Duet for one de Tom Kempinski. Una obra inspirada en la vida de Jacqueline du Pré con dirección de Juan Pastor.
Tratado sobre la destrucción de la belleza
Dentro de la programación de la trigésima edición del Festival de Otoño a Primavera pudimos disfrutar en Teatros del Canal de la propuesta de la autora, directora y actriz, Angélica Liddell, Ping Pang Qiu una producción de Iaquinandi S.L. en coproducción con Comédie de Valence, Centre dramatique national Drôme, Ardèche y Festival Temporada Alta 2012. Una maravillosa reflexión en clave documental sobre la destrucción de la expresión artística en aras de la consecución de objetivos políticos y doctrinarios. Un tema especialmente interesante para un país como el nuestro donde la imposición de la ideología ha sido siempre un asunto más acuciante que la preservación de las creaciones artísticas y culturales acumuladas durante siglos.
A través de una exposición profundamente poética Angélica Liddell relata la sistemática destrucción de la milenaria cultura china durante la era de oscuridad histórica que irónicamente vino a llamarse “Revolución Cultural”. Este infame episodio sirve a la autora de excusa para reflexionar sobre la fragilidad de la creación artística: Destruir un texto sublime se puede hacer con un gesto tan sencillo como lanzar un libro al fuego.
Asimismo durante el montaje aflorarán algunos de los fantasmas y fetiches de la difícilmente clasificable creadora a la que afortunadamente podremos volver a ver en Madrid -una vez más en Teatros del Canal- en la XXXI Edición del Festival de Otoño a Primavera con su nuevo trabajo, Todo el cielo sobre la tierra.
Ellas crearon y siguen creando
Por supuesto, el gran bombazo a nivel de teatro clásico de la pasada temporada ha sido el sensacional montaje de la Compañía Nacional de Teatro ClásicoLa vida es sueño en versión de Juan Mayorga con dirección de la propia directora de la Compañía, Helena Pimenta, y con una impresionante Blanca Portillo en el papel de Segismundo. Poco se puede añadir a lo muchísimo que se ha dicho ya de este enorme montaje que desde el minuto uno gozó merecidamente de la más entusiasta respuesta del público. Además, a partir del 19 de marzo y hasta el 20 de abril de 2014 volverá a estar en cartel en el Teatro Pavón sede temporal de la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
Es precisamente Fernando Sansegundo, quien en la La vida es sueño interpretó el papel de Clotaldo, el autor y director de un interesantísimo trabajo sobre tres creadoras en lengua española que fue otra de los regalos de la temporada. Barrocamiento aprovecha los habituales prodigios que se producen en la noche de ánimas para traer al presente a Sor Juana Inés de la Cruz, María de Zayas y Feliciana Enríquez oportunidad que las tres autoras utilizan para hacer el panegírico de su vida y obra. Un trabajo delicioso en el que se enredan a placer el verso de Sansegundo y el de las tres notables escritoras. Una propuesta necesaria, llena de lirismo y de humor inteligente que nos contagia del pálpito creador de estas mujeres que, no sin gran sacrificio personal pudieron sobreponerse a los dictámenes de una sociedad que las relegaba al matrimonio o a la vida consagrada.
La ordenadora de las palabras y el talento desbordado
Enlazando con lo que se comentaba al principio de este apartado sobre la figura de Goya y a la vista de la secular predilección que tenemos en esta nación para olvidar a nuestros ilustres, la obra El Diccionario de Manuel Calzada Pérez con dirección de Juan Carlos Plaza y rotunda interpretación de Vicky Peña en el papel de una de las intelectuales más desconocidas de nuestra historia reciente, María Moliner, fue una gratísima sorpresa y una enorme acierto de programación del Teatro de la Abadía que confió en un autor novel y en un texto inédito. Un texto de una calidad sobresaliente que no sólo rehabilita a María Moliner como la extraordinaria intelectual que fue -incluso si se hubiera quedado en el formato documentalista hubiera sido interesante-, pero lo extraordinario de esta dramaturgia es que, además, nos ofrece el semblante humano de la protagonista en el que descubrimos a un ser lleno de humor, de humildad y de fragilidad. Una mujer que también sufrió la discriminación por razón de su sexo siéndole negado, a pesar de su monumental trabajo, el ingreso en la Real Academia de la Lengua Española. Poco habían cambiado las cosas desde la época de las heroínas de Barrocamiento. Una función interesantísima de inesperado aprovechamiento tanto a nivel estético como intelectual. Una obra necesaria que afortunadamente será rescatada para la programación de la temporada que ahora empieza y que por lo tanto recomiendo encarecidamente.
Otro de los regalos que nos hizo el Teatro de la Abadía en esta temporada recién concluida fue la programación de dos trabajos de Miguel del Arco que, a pesar de tratarse de sendas reposiciones, han sido recibidos por el público con el entusiasmo de los estrenos. Por un lado El juicio a una zorra y por otro la portentosa Función por hacer. De nuevo hay poco que añadir a la abrumadora avalancha de elogios que recibió esta versión libre de del Arco de Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello. Personalmente creo que La función por hacer es una máquina de crear afición teatral, una clase magistral de dirección de actores y, en fin, un trabajo épico que estará en los anales de la escena madrileña como uno de los más preclaros exponentes de la fuerza expresiva del género escénico. Miguel del Arco prepara en estos momentos su nuevo trabajo El misántropo que promete ser una de las grandes propuestas de la próxima temporada.
Un acontecimiento extraordinario
La adaptación que hizo Luis Luque del Diario de un loco de Nikolai Gógol, extraordinariamente interpretada por José Luis García-Pérez, fue, sin ningún lugar a duda, uno de los hitos de la temporada. La firmeza con la que Luque asió al inquietante personaje de Gógol trasladándolo con brazo firme por el camino de la poesía desde el amenazante territorio de la esquizofrenia hasta los dominios de la vulnerable docilidad es el valor añadido que consiguió que este cuento desasosegante resplandeciera durante una representación que gracias al oficio del actor estuvo cargada de intensidad emocional y matices líricos. La sencilla pero siempre evocadora escenografía completó el panorama de una función mágica cuyo regreso a los escenarios será entre el 18 de octubre y 17 de noviembre en Las Naves del Matadero.
El mandato de la ternura
Otro de los regalos de esta temporada ha sido la reposición de obra Muda de Pablo Messiez programada esta vez en el Sol de York. Messiez es sinónimo de emoción, de disparo al corazón, de belleza doméstica y poesía cercana. Cuando su lírica se combina con el nervio de artistas como Fernanda Orazi, Marianela Pensado y Óscar Velado surge un explosivo cóctel molotov que los actores no dudan en lanzar hacia el patio de butacas. Como espectador uno siente que la piel se somete al impacto de las palabras y deja paso franco hacia las entrañas que se encogen estremecidas. Obviamente cuando uno prueba esa droga quiere más por eso espero ansioso el estreno de su próximo trabajo Las Palabrasque en madrid llegará a la Sala Cuarta Pared, y el “Mes Messiez” programado en laSala Mirador.
Memoria Histórica
Hace apenas unas semanas tuvimos la oportunidad de disfrutar en la sala Nave 73 del montaje de Alba Valldaura, La Iaia, memoria histórica un delicioso relato familiar e intimista donde la polivalente actriz encarna, entre otros personajes, a su propia abuela y le da la voz que ella ya no tiene para así narrar una serie de experiencias vitales, recuerdos y anécdotas cargadas de emoción, ironía y no poco sentido del humor. La artista catalana realiza un despliegue apabullante de recursos interpretativos y demuestra una precisión y un talento que merecen una cuidadosa consideración por parte de los programadores madrileños.
Diario de un loco vuelve a la cartelera madrileña en el Matadero a partir del 18 de octubre 2013
Crónica de «Diario de un loco»
Crónica de una función en una noche de verano*
Noche de estío en la terraza del Matadero en Madrid. Congregación sigilosa como de secreto rito de madrugada, procesión en murmullo expectante. En lo alto imperio de blanco lunar. Brisa traviesa de hora exquisita. Oscuro.
El silencio se rompe. Un hombre clama señalando al satélite, pide que la integridad física del astro sea preservada. Miro al cielo buscando lo albo. Lo encuentro radiante en hermosura. Todo lo bello es frágil y efímero ¿Qué hay sinrazón en aquél que quiere proteger la belleza?
Los días se acumulan junto a los sinsabores. Cada día una decepción. Cada nuevo desengaño se apila pesado sobre el anterior hasta que, colmada la medida del dolor, la atalaya construida de desilusión y llanto se desborda en un torrencial coro de burlas y amonestaciones. Incluso la iniquidad de los animales es fieramente rubricada en paranoicas misivas imaginadas. Humanos y bestias se conjuran para humillarle. El juicio, exhausto, se escapa por las heridas
La naturaleza se enardece en ese parque de Madrid. Como si las desgracias de nuestro loco azuzaran al viento que se agita también indignado en la azotea. Siento un estremecimiento no sé hasta dónde es el fresco, hasta dónde es la compasión por el dolor que está siendo representado.
Y si todas las heridas agostan el alma, las que más marchitan son las del desamor. Pero, ¿cómo poder atrapar lo que ha sido tan esquivo, tan distante y frío como un cuerpo celeste? Tal vez si el desafortunado lunático consiguiera sublimar su estado y, así, elevado, escapar de la injusticia de su raquítica condición sería posible, desde lo alto, alcanzar la desconocida dicha de ser amado. ¿Hay déficit de cordura en quien desea verse perfeccionado para merecer afecto? Si es eso locura estaremos todos emponzoñados de ese mal.
Los días. Los días. Los días. Tal vez se podría evitar el desmoronamiento si fuese posible detener la persistente cadencia de los días, de los agravios.
Aksanti Ivanovich comparte cierta lucidez venerable de sabio arcaico con otros legendarios perturbados rusos como el turbio Raskólnikov o como el loco literario ruso por antonomasia, el yuródivïy, “el loco en Cristo” que puebla tantos pasajes de las letras rusas,como aquel maravilloso “Ivanitch el Inocente” del Boris Godunov de Pushkin que, a pesar de sufrir las crueles chanzas de los niños, por virtud de su santidad, puede, sin embargo, hablar con libertad incluso frente a la mismísima majestad imperial: “No se puede rezar por el Zar Herodes, la Virgen Santa lo prohíbe” le espeta al homicida soberano. Ese mismo loco que convertido en personaje de ópera por Músorgski se lamenta conmovedoramente, con clarividencia de filósofo senatorial, del infausto destino de la desdichada Rusia: “Lágrimas mías derramaos copiosamente”. En este caso la locura es, además de una condición de extrañamiento y marginación, una puerta abierta por la que se cuelan reflexiones vedadas a los que están en sus cabales y por tanto deben someterse a la servidumbre de la prudencia.
Pero, además, el Aksanti dibujado sensiblemente por Luis Luque e interpretado con magistral oficio por José Luis García-Pérez es un loco tan vulnerable que nos arrebata de ternura. Un ser de mirada infantil y pícara que con los ojos busca travieso nuestra aquiescencia; un loco cautivador que exhala dolor en cada sospecha, en cada protesta, en cada queja. Un hermoso ser humano que cuando alcanza la imaginada púrpura corre, en un primer impulso, a ofrecer a su amada “una felicidad que ni siquiera puedes imaginar”. Un lírico mandatario que quiere proteger la belleza de los astros. Un soberano que lejos de emborracharse de armiño soporta paciente y extrañado el yugo al que le reducen sus súbditos-carceleros y que, finalmente, cuando acepta el evidente colapso de su efímera gloria, liberado ya de la mistificación del absurdo reinado, reclama con profundo desvalimiento la ayuda de una madre ausente.
Finalizada la función, la magia de los aplausos profusos y sinceros. El cruce de miradas con mis amigos expresando la satisfacción por haber compartido esta función mágica que enriquecerá nuestro recuerdo común. La admiración inmensa por el trabajo bien hecho. La interpretación inmaculada José Luis García-Pérez la escenografía sencilla pero profundamente simbólica y efectiva de Mónica Boromello con algunos elementos escénicos, creados en colaboración con Alessio Meloni, que solo pueden ser calificados como monumentales aciertos, la música evocadora de Luis Miguel Cobo, el vestuario de Paco Delgado y, con permiso de todos, la genialidad y la profunda humanidad del director del montaje, Luis Luque cuya benevolente mirada y consistente talento han dotado de un hermoso lirismo a este personaje maravilloso personaje en el que reconocemos a la vez anhelos y miedos.
Producción: García-Pérez y Desde el Tejado Produce
Dirección: Luis Luque
Ayudante de dirección: Tacuara Casares
Intérprete: José Luis García-Pérez
Creación sonora: Luis Miguel Cobo.
Espacio escénico: Mónica Boromello
Ayudante de escenografía: Alessio Meloni
Vestuario: Paco Delgado
Próximas representaciones: En Matadero Madriddesde el 18 de octubre hasta el 17 de noviembre de 2013