Monta al toro blanco de Íñigo Guardamino

Íñigo Guardamino presenta en el Teatro Pavón Kamikaze su sexto montaje Monta al toro blanco.

Un rasgo muy original del autor de Vacaciones en la inopia es su visión de conjunto y su mirada a realidades que están más allá del imaginario localista e inmediato en el que encuentran su zona de confort tantos de dramaturgos y dramaturgas de su generación. Los melones que, con colmillo afilado, abre Guardamino podrían ser servidos en una mesa de Amberes o Tesalónica, de Berlín o de Lisboa sin que tuvieran sabor a fruta importada o consumible pasteurizado.

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Fotografía Carmen Prieto

En Monta al toro blanco Guardamino sobrevuela con ojo de halcón las tribulaciones de una Europa convulsa oscilando dinámicamente –como es habitual en sus relatos– entre una vasta visión de conjunto y una escrutadora mirada al individuo. Terrorismo, nacionalismos, inmigración, pérdida de viejos valores y eclosión de nuevas creencias son los elementos que, bajo la batuta de los tecnócratas somnolientos de la UE, componen la nueva sinfonía que habrá de sustituir a la optimista Novena de Beethoven. El tempo vivo y la multiplicidad de escenas obliga al elenco a desdoblarse en una plétora de personajes que van componiendo esa imagen de una Europa contradictoria y, casi siempre, más imaginada que real. Guardamino, que a veces sujeta firmemente a sus personajes, se inhibe, sin embargo, dejando que sea el espectador el que saque sus propias conclusiones sobre lo que está viendo. ¿Avanza Europa hacia el abismo o es que esa Europa que a sí misma se atormenta, solo se define e identifica en la coyuntura de la confrontación?

Y, mientras que en el aire flotan estas reflexiones de alto calado, Guardamino enfoca el corrosivo catalejo para apuntar a delirantes subtramas protagonizadas por individuos repartidos por toda la superficie de Europa, mostrando un conjunto de escenas que provocan hilaridad y escándalo a partes iguales. De este forma, el autor cumple con el precepto que conmina al teatro a ser un espejo que devuelva al público la propia imagen, por muy incómoda que esta pueda llegar a ser.

El elenco, dirigido por el propio Guardamino, sale en conjunto airoso del desafío de los constantes desdoblamientos, cambios de escena y transiciones de riesgo, amén de la dificultad de lidiar con un texto complejo, denso en cuanto al contenido y plagado de constantes cambios de tono e intención.  Si a Rodrigo Sáenz de Heredia y a Sara Moraleda, dos habituales del teatro de Guardamino, se les ve en su salsa dando vida a los extravagantes personajes que pueblan esta Europa desubicada y neurótica, el trabajo de Gemma Solé y Fernando Sainz de la Maza resulta igualmente convincente. No funciona adecuadamente la plástica del espectáculo cuya propuesta de vestuario debería ser afinada y los elementos del espacio escénico adaptados para conseguir un acabado general más atractivo.

Íñigo Guardamino, nacido en Bilbao y residente en Madrid, ciudadano del mundo es, sin duda, una de las voces más originales, libres e inteligentes del momento. Su mirar analítico e inmisericorde, su humor afiladísimo y su visión global le convierten en el it playwright, en el candidato perfecto para convertirse en un genuino autor internacional.

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Fotografía Carmen Prieto

 COORDENADAS

FECHA

20 Sep – 6 Oct 2018

HORA

Miércoles a Sábado, 18:30 h.
Domingos, 21:00 h.

TEATRO Y ESPACIO

Teatro Pavón Kamikaze – El Ambigú

DURACIÓN

1 hora y 20 minutos


FICHA ARTÍSTICA Y TÉCNICA

Texto y dirección Íñigo Guardamino
Intérpretes Sara Moraleda, Rodrigo Sáenz de Heredia, Fernando Sainz de la Maza, Gemma Solé
Ayudante de dirección Pablo Martínez Bravo
Escenografía Alessio Meloni (AAPEE)
Diseño de vestuario Pier Paolo Alvaro (AAPEE)
Diseño de iluminación Pedro Guerrero
Fotografía Carmen Prieto
Asesora de movimiento Gemma Solé
Música David Ordinas
Canciones David Ordinas (música) e Iñigo Guardamino (letra)
Voz en off David García Vázquez, Alessio Meloni, David Ordinas
Espacio Sonoro María José Pazos
Comunicación Lemon Press
Diseño gráfico Andrés Sansierra
Una producción de La Caja Negra Teatro
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Fotografía Carmen Prieto

Crónica de «La otra voz» de Manuel De

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Intentar frenar a un amante resuelto a marcharse, intentar revertir el inexplicable proceso del desamor es un ejercicio tan desesperado y estéril  como sería pretender detener con las manos el incipiente avance de un tren que parte de la estación. Esos primeros momentos de progreso lento y cadencioso ya descubren una fuerza arrolladora, una terca e imparable disposición de frío de maquinaria metálica capaz de aplastar la desnuda carne que desesperada y suplicante se interpusiese en el camino del desafecto.

Y, sin embargo, nada de lo que anima los indescifrables mecanismos del amor y del olvido obedece a las impasibles reglas de la logística ferroviaria, ergo estamos condenados, contra toda lógica, a situarnos en mitad de las vías para imprudentes intentar detener el irresistible empuje del abandono.

El último encuentro, ese donde todas las batallas han sido ya peleadas, ese donde todos los cartuchos han sido disparados sirve tan solo para constatar la derrota y para que los contendientes puedan repartirse los despojos de un cariño ahora abandonado. Los efectos personales, antes meros entes inanimados, cobran ahora el carácter esotérico de preciosas reliquias que, como el bendito hábito de un santo, trascienden su identidad material para adquirir esa milagrosa propiedad que les permite retener entre sus urdimbres algo de la esencia de su propietario, ya sea la pureza o santidad del bienaventurado o el calor y la felicidad que ahora nos es negada por el amado. Prendas de vestir y otros objetos se transmutan ahora en poderosos aunque inertes iconos de una fe antigua y olvidada.

El potente texto de Manuel De “La otra voz” nos lleva a las postrimerías de una relación entre dos artistas, en la que ya solo queda el trámite del último encuentro.

Antonio, (Gerobis Martinez), va a saltar a las vías del tren en un desesperado e inútil intento de retener su marcha sin más ayuda que sus manos desnudas y para ello ensaya una y otra vez, en un angustioso monólogo, argumentos, razones y  agónicos reproches para recuperar el afecto perdido. A su amante, César, sólo lo conoceremos a través de la severa voz  de los tiempos del desamor. Una voz ajena y distante, una voz extraña, carente de calor y armónicos, en la es incapaz de reconocer al que fuera su  compañero de camino. Por eso, desesperado, le reclama volver a oír su otra voz, la voz de antaño.

Una propuesta de gran intensidad emotiva con momentos muy líricos e imágenes potentes sobre todo cuando Antonio comparte su desolación a través del rico mundo expresivo de la performance: Si el amor nos eleva y nos justifica el desamor nos degrada y animaliza.

Gerobis Martinez es un actor extraordinario que ha asumido el riesgo de interpretar a un personaje completamente sumido en la desesperación y lo ha hecho con credibilidad y solvencia sin caer en tics peripatéticos que podrían haber resultado muy molestos.

Una propuesta muy interesante que se podrá ver todavía  de nuevo en Sala Tú la partir de septiembre.

Crónica de «Cabaret de Caricia y Puntapié» sobre Boris Vian

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Vuelve a Madrid el exitoso montaje de la Compañía aragonesa Gato Negro y 9 de 9 teatro con dirección de Alberto Castrillo Ferrer que, desde su estreno en esta ciudad en el Teatro Arenal en 2009, ha hecho un largo y provechoso recorrido por la geografía española y argentina.

La divertida propuesta es un recorrido por varias canciones del icónico compositor, escritor y dramaturgo francés de entreguerras Boris Vian que se irán sucediendo con la excusa de la accidentada defensa de una hilarante tesis doctoral sobre el triángulo letal “Amor, Violencia y Vecindario (AVV)”.

Incontables cambios de vestuario y caracterización para un total de dieciséis personajes encarnados magníficamente por Carmen Barrantes y Jorge Usón. Así, les veremos transformarse en unos sangrientos carniceros franceses; en una pareja de argentinos algo peculiares; en un profesor insigne con una desquiciada y colérica asistente letona, ¡no rusa! – divertidísima-; un belicoso chico de rellano; un inventor loco (Barrantes travestida); abuela marchosa (Usón travestido); chica ligera de cascos; pijo empedernido y fea de escalera, entre otros disparatados y encantadores personajes.

Un guión muy divertido de acción trepidante y de humor inteligente y transgresor. Canciones bien interpretadas en lo que es un verdadero tour de force para los actores que apenas tienen unos segundos entre cambio y cambio de personaje.

Quizá el único momento en que baja un poco el trepidante nivel de la obra sea durante los minutos de descuento que los creadores del montaje han incluido después el penúltimo número que acaba en pico, con ambos actores dándose de puntapiés y puñetazos al ritmo de la música mientras el público no puede parar de reír. Después de una explosión de aplausos y de tener a todo el patio de butacas arriba se añade un número que debía haber sido una traca final y que, sin embargo, resulta un poco como de transición y hace que la ovación final sea un poco más calmada de lo que podría haber sido si este número no fuese el que cerrase el show.

Una propuesta más que conveniente para este mes de diciembre en el que el cuerpo pide risas y diversión cuando uno ya va teniendo cuerpo de fin de semana y quiere empezarlo riendo y pasando un rato muy ameno y divertido. Testimonio de la acertada fórmula utilizada en este montaje es que fue merecedor del Premio Max 2010 al Mejor espectáculo de Teatro Musical.

Compañía: Gato Negro
Dramaturgia: Textos a partir de un trabajo de improvisaciones del equipo artístico
Reparto: Carmen Barrantes y Jorge Usón
Dirección: Alberto Castrillo Ferrer
Escenografía: Manolo Pellicer
Vestuario: Marie-Laure Bernard
Iluminación: Carlos Samaniego «Sama»
Música: Miguel Ángel Remiro
Maquillaje y caracterización: Ana Bruned
Caricaturas: José Luis Cano
Diseño gráfico: Manuel Vicente
Fotógrafía: Marta Marco
Arreglos vocales: Raquel Agudo
Teatro Alfil del 9 al 21 de diciembre
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