El encanto del prolífico imaginario de Denise Despeyrouxreside en su fecunda multiplicidad, que se plasma en una opulenta gama de elementos muy sugerentes como, por ejemplo, un extenso catálogo de personajes atractivos comprometidos en situaciones donde la insensatez suele ser el denominador común, junto con referencias a objetos con contenido totémico y fetiches propios de la autora. Todo ello aderezado por una incontestable comicidad que actúa como la energía nuclear que da unidad y coherencia a cada una de las subpartículas del discurso teatral. Un ostinato jocoso que impregna el texto incluso cuando la trama se sumerge en las procelosas aguas del drama. Así es que el universo despeyrouxiano es un lienzo atravesado con vigorosos trazos de, entre otros, romances malhadados; amantes desubicados; personajes dolientes; mancias; aciagos saltos hacia adelante; disparatadas sesiones de psicoanálisis e improbables libros de autoayuda de surrealista prosa rioplatense (entre otros). Y, por si todo esto fuera poco, hay que añadir el amenazante patronazgo de arcanas conjunciones astrales capaces de animar la trama a su antojo, aunque, casi siempre, con una indiscutible querencia hacia el horizonte siniestro.
De una mina tan generosa en mineral es normal que afloren buenas y grandes piezas. Auge y caída de un amor de Usera –la aportación de Denise al magnífico proyecto capitaneado por Kubik Fabrik sobre historias acontecidas en ese barrio– (descargable mediante la app «storywalkerusera») es una buena oportunidad para observar la maquinaria creativa de Despeyroux trabajando a toda máquina, pero probablemente será en Carne Viva, la dramaturgia que presenta y dirige en La Pensión de las Pulgas, en donde podremos apreciar en toda su esencia el rico entramado mental de la dramaturga.
Carne Viva es una propuesta que presenta de forma simultánea tres episodios de una historia, o mejor dicho, tres historias independientes pero que se encuentran conectadas entre sí por personajes que transitan inadvertidamente entre ellas. El espectador comenzará la función por la historia que le sea asignada arbitrariamente y completará el recorrido siguiendo el orden marcado por los organizadores. Tres historias, nueve personajes y una labor actoral de encaje de bolillos para medir tiempos y tonos. Ni que decir tiene que esta abigarrada estructura es la ocasión perfecta para que Despeyroux desborde, gustosa, un arsenal de esos elementos icónicos recurrentes que se encuentran impresos en la huella dactilar de sus trabajos, creando una trama hilarante que el espectador familiarizado con la autora puede beber como un si de un concentrado de ella misma se tratase:
En esta ocasión las situaciones surrealistas y los personajes en crisis ocupan una comisaría de policía que, exhausta de recursos, decide realquilar parte de sus dependencias… ¿Puede haber un planteamiento más despeyrouxiano?
Otra de las señas de identidad del teatro de Denise es que el músculo de la autora se tensa más para cosechar un florido ramillete de tramas y subtramas que para desarrollar éstas hasta su definitiva conclusión. De esta potente creatividad argumental también se nutre Carne Viva y, también, en esta ocasión caso, algún espectador curioso se irá a casa preguntándose por el destino de alguno de los personajes o por el desenlace de tal o cual situación. (Tengo que admitir que yo me encuentro en este grupo).
Con respecto al reparto creo que procede dar una enhorabuena a todos ellos ya que pasan con solvencia la difícil prueba. Muy bien armado el trabajo de Joan Carles Suau (Hugo) y, para mi gusto, muy efectivo el atribulado personaje (Inspector Bermúdez) que ha creado Fernando Nigro con una impecable vis cómica.
Una divertida propuesta que gustará a casi todos y que disfrutaremos especialmente todos los que somos seguidores del teatro de la autora de La Realidad.
Escrita y dirigida por Denise DESPEYROUX Asistente de dirección: Raúl Prados, Ruth Rubio y Marta Rubio. Vestuario: Ana López y Lorena Puerta Espacio escénico: Alberto Puraenvidia Espacio sonoro: Graham Newey Cartel y Fotografía: Mista Studio Reparto: Agustín Bellusci, Vanesa Rasero, Juan Ceacero, Marta Rubio, Fernando Nigro, Huichi Chiu, Joan Carles Suau, Sara Torres, Victoria Facio, Juan Vinuesa, Font García, David Matarín.
Las razones para no perder la oportunidad de ver este estupendo «Misántropo» son innumerables, pero, por motivos prácticos, en esta crónica he escogido solo seis razones para dejarlo absolutamente todo y correr al Teatro Español a ver «Misántropo»
1) De lo nuevo y lo viejo:
En una de las más memorables arias de la ópera «Los Maestros Cantores de Nuremberg» el sensato poeta y zapatero Hans Sachs hace una trascendente reflexión sobre la evolución del arte, o mejor dicho, sobre la imperiosa necesidad de evolución a la que están sometidos todos los lenguajes artísticos. Profundamente conmovido, y desconcertado, por la heterodoxia con la que un joven cantante ha interpretado su pieza, el maestro cantor, todavía subyugado por la emoción, exclama para sí:
En esta frase, aparentemente sencilla, se esconde un principio básico del desarrollo cultural: Conseguir que las preguntas de siempre, las que se hacen todas las generaciones, vuelvan a formularse de una manera que parezcan cuestiones novedosas.
La adaptación que ha hecho Miguel del Arco de un texto “viejo” de Molière presenta un lenguaje artístico moderno, muy sugerente para el espectador de hoy en día, si bien, también ha sabido preservar el legado de las reflexiones que el autor planteó a las audiencias del siglo XVII subrayando con ello su vigencia. Por otro lado, no se ha descuidado la belleza formal del texto -un aspecto que no siempre se respeta en las adaptaciones se textos clásicos que se hacen en este país-, «Misántropo» despliega un uso brillante de un idioma que se entrega al público laboriosamente labrado.
Aunque la visión que «Misántropo» ofrece de la sociedad supone en sí misma una enmienda a la totalidad, los personajes no se muestran como un todo homogéneo sino que cada uno posee una personalidad bien definida; tiene motivaciones diversas y sigue pautas de actuación propias. Tampoco se trata de personajes unidimensionales pues muestran comportamientos complejos en los que parece advertirse un único denominador común: A pesar de estar instalados en la frivolidad todos parecen seguir siendo sensibles al amor, o al menos, todos ellos muestran deseo de ser amados.
Alceste, el misántropo, representa una opción extrema de rechazo social. El desafío no es pequeño para el actor (Israel Elejalde) ya que le toca defender a un protagonista cuya actitud hostil hacia el contacto humano, que recuerda extraordinariamente a la deprimente pose ‘semper dolens’ de John Dowland, le hace resultar bastante antipático. Su impracticable deseo de una honestidad brutal tampoco le convierte en el perfecto candidato para ser el alma de las fiestas. El espectador solo siente empatía hacia él cuando, herido, muestra su frustración por el amor no suficientemente correspondido.
Celimena (Bárbara Lennie): Es frívola, superficial y bastante estúpida, pero, para desgracia de sus muchos admiradores, su juventud y hermosura la envuelven en un aura que proyecta virtudes que en absoluto posee.
Filinto (Raúl Prieto): Es el personaje más razonable. Pragmático, trata de mantenerse el equilibrio entre su disgusto por la hipocresía social y la necesidad de suavizar la verdad para no atraer sobre uno mismo el odio de los demás.
Elianta (Miriam Montilla) amó tiempo atrás a Alceste y desde la frialdad de su nueva relación con Filinto observa con envidia el afecto genuino que su antiguo amante profesa a Celimena Es tal vez el personaje que se presenta más melancólico y vulnerable.
Arsinoé (Manuela Paso): Moralista, rencorosa, manipuladora e hipócrita, es decir, un regalo para cualquier intérprete y hay que constatar que Paso ha aprovechado hasta el último matiz haciendo un trabajo apabullante.
Clitandro (José Luis Martínez): Si lo pillan en la sede de algún partido político le dan despacho y libreta para llevar las cuentas o manga ancha para gestionar los ERE. El personaje más dolorosamente actual de todos.
Oronte (Cristobal Suárez): A pesar de que este personaje fue creado por Molière, podría ser perfectamente el producto televisivo de un brainstorming de los directivos de Mediaset. Vacuo e injustificadamente pagado de sí mismo, su absoluta carencia de talento no le impide gozar de un amplio predicamento en una sociedad falaz de la que él es el indiscutible epítome.
3) La política no el mitin
La crítica política tiene que estar presente en un texto cuya intención es diseccionar con afilado escalpelo las debilidades del comportamiento humano. Así lo ha entendido Miguel del Arco quien nos ofrece algunas escenas que, sin manipular el sentido del texto original, conectan con nuestra realidad inmediata. Cuestiones como el arribismo, la falta de ética, la retórica falaz de los políticos, la corrupción o la ambición desmedida son fielmente retratadas en una propuesta que, sin embargo, no cae en el aburrido tono mitinero que encontramos en tantos otros trabajos que abordan estas cuestiones. Actitudes, o incluso, personajes que hoy en día salen a diario en los informativos son perfectamente reconocibles en este «Misántropo» que ha sabido reflejar algunas de las servidumbres que afectan a la casta dirigente sin caer en la tentación de presentar al resto de la sociedad como unas inocentes ovejitas de conducta irreprochable.
4) La confrontación de las dos reinas
Teatralmente creo que hay pocas cosas que funcionen mejor sobre un escenario que una enganchada dialéctica entre dos mujeres competidoras. Esta incuestionable preferencia por las broncas femeninas puede deberse a que, mientras los choques entre hombres evolucionan, por lo general, rápidamente hacia la violencia física, en el caso de ellas –menos impulsivas, más hábiles con el uso del lenguaje y, posiblemente, más perseverantes en el rencor– los mamporros verbales suelen ir convenientemente acolchados en modales de seda. Sin embargo, no hay que engañarse, la punta de los dardos estará fieramente afilada y su intención será inequívoca, indefectiblemente irán dirigidos al que, en un mundo machista como es el nuestro, es el punto débil femenil: Su honra.
Fotografía de Eduardo Moreno
En mi opinión, este brillante enfrentamiento entre la bella y licenciosa Celimena (Bárbara Lennie) y la ambiciosa y moralista Arisoné (Manuela Paso) es uno de los dos momentos más divertidos de la función.
La escena se estructura mediante dos monólogos sucesivos, en los que, con la excusa de una noble preocupación por la reputación de la otra, cada mujer destroza, inmisericordemente, a su oponente. Será en las respectivas contrarréplicas cuando la pátina de urbanismo se vaya diluyendo y aflore con cruel sinceridad lo que cada una piensa realmente de la otra. El clímax de la lucha se alcanza con una memorable frase de Arsinoé –que provoca un estallido de aplausos en el patio de butacas- en la que reprocha a su amiga, con incomparable mala leche e ilimitada gracia, su comportamiento licencioso: «Señora, yo cuando me arrodillo con la boca abierta es para dar gracias a Dios»
Podría ver esa escena veinte veces y seguir disfrutándola. La Arsinoé de Manuela Paso, con el punto justo de afectación melodramática, resulta hipnótica y la reacción rápida y viperina de la Celimena de Barbara Lennie es digna de protagonizar un reportaje de felinas en el Discovery Channel.
Abro un pequeño apartado para los muy fans de las peleas de gatas, para recomendar dos escenas memorables que ofrece el género operístico: Por un lado el dueto « Via resti servita» entre Marcelina y Susanna del primer acto de «Las bodas de Fígaro» en el que, con gran elegancia, se despachan llamándose vieja y puta respectivamente, mientras superficialmente insisten con cortesía en darse preferencia en el paso.
Y, en segundo y último lugar, la monumental escena de la confrontación de las dos reinas de la «Maria Stuarda» en la que ambas acusan a la otra de ser una puta (previsible) y, como aquí, además, compiten también por los derechos dinásticos aprovechan para llamarse “bastarda”. Aquí os dejo un enlace a la potente «Figlia impura di Bolena!»
5) La coreografía
Resulta difícil destacar algunos aspectos de un trabajo que es en sí irreprochable en su conjunto, pero si me gustaría comentar que uno de los más sobresalientes aciertos de «Misántropo» es el magistral trabajo de movimiento de actores. La cuidada coreografía, firmada por Carlota Ferrer, va más allá de lo meramente estético o de un simple alarde de maestría en la expresión corporal, sino que se conforma como un potente elemento simbólico. En algunos momentos el movimiento se ralentiza y los personajes parecen convertirse en una extasiada procesión de bacantes. Una comunión que Alceste (Israel Elejalde) observa desde fuera con buscada distancia e indisimulada reprobación. Unos personajes que evolucionan por el escenario llevados por la corriente de sus propias pasiones y de su interdependencia.
Fotografía de Eduardo Moreno
Tuve la suerte de ver hace meses la segunda función de «Misántropo» tras su estreno absoluto en Avilés. Pues bien, en aquella ocasión a pesar de que el proyecto apenas acababa de echar a andar, el trabajo coreográfico estaba ya completamente pulido. Hasta el punto de que, en este sentido, no he visto variación alguna entre aquel pase y el que vi en Madrid hace unos días. Esto da una idea del nivel del alto nivel de exigencia que se impone este equipo
6) El trabajo técnico
Por último, me gustaría destacar un aspecto formalmente muy atractivo que es el trabajo audiovisual con imágenes llenas de simbolismo y carga poética siempre al servicio de la trama. Me impactaron especialmente las escenas soledad, de desintegración y de sombras. De nuevo lo que se podía haber quedado en una simple ostentación de poderío tecnológico y medios económicos resulta un elemento catalizador de las emociones que invaden al espectador. Otro acierto del montaje, uno más, este de la mano de Joan Rondón y Emilio Valenzuela. Asimismo hay que celebrar la estupenda escenografía de Eduardo Moreno, la hermosa iluminación de Juanjo Llorens y el magnífico, y no pocas veces divertido, vestuario de Ana López.
Dirección
Miguel del Arco
Compañía
Kamizake Producciones
Reparto
Alcestes Israel Elejalde
Filinto Raúl Prieto
Oronte Cristóbal Suárez
Celimena Bárbara Lennie
Clitandro José Luis Martínez
Elianta Miriam Montilla
Arsinoé Manuela Paso
Colaboración especial (voz tema musical Quédate quieto) Asier Etxeandía
Ficha artística
Versión y dirección Miguel del Arco
Ayudante de dirección Aitor Tejada
Escenografía Eduardo Moreno
Iluminación Juanjo Llorens
Sonido Sandra Vicente (Studio 340)
Música original Arnau Vilà
Coreografía Carlota Ferrer
Vestuario Ana López
Vídeo Joan Rodón y Emilio Valenzuela
Cartel Rodón & Moreno
Fotografía Eduardo Moreno
Materiales promoción Cultproject Músicos grabaciones
Saxos y clarinete Pep Poblet
Trombón Albert Costa
Trompeta Marçal Muñoz
Guitarra Marc Quintillà
Voces Carles Torregrosa
Guitarra Javier Vaquero
Batería Checho Soler
Contrabajo Àlex Soler
Estudios de grabación Studio 340 Ten Productions
Producción ejecutiva Jordi Buxó
Dirección de producción Aitor Tejada
Ayudante de producción Léa Béguin
Auxiliar de dirección Daniel de Vicente
Auxiliar de escenografía Lorena Puerto
Coordinación técnica Mariano García
Técnico de luces Nacho Vargas
Técnico de sonido Enrique Calvo
Construcción de decorado Peroni y Esfumato
Transportes Cultural Transport
Administración Santiago del Arco
Fechas y horarios: Del 23 de abril al 22 de junio
De martes a sábado 20h. y domingo 19h. A partir del 1 de junio horario de verano: de martes a domingo a las 20h.
16. Teatro Adolfo Marsillach. San Sebastián de los Reyes
30.- Teatro Circo. Murcia
DICIEMBRE
Del 13 al 15.- Teatro Calderón. Valladolid
2014
ENERO
10 y 11.- Teatro de Rojas. Toledo
17 y 18.- Palacio de Festivales. Santander
24 y 25.- Teatro Alhambra. Granada
31.- Teatro Central. Sevilla
FEBRERO
1.- Teatro Central. Sevilla
20.- Teatro Auditorio. Cuenca
MARZO
Del 20 al 23.- Teatro Arriaga. Bilbao
ABRIL
30.- Teatro Español. Madrid
MAYO
—- Teatro Español. Madrid
JUNIO
Hasta día 15.- Teatro Español. Madrid
27 y 28.- Teatro Cuyás. Las Palmas de Gran Canaria
Equipo artístico
Israel Elejalde
Bárbara Lennie
José Luis Martínez
Miriam Montilla
Manuela Paso
Raúl Prieto
Cristóbal Suárez
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Ficha técnica
Dirección y Versión
Miguel del Arco Diseño de sonido
Sandra Vicente Diseño de iluminación
Juanjo Llorens Escenografía
Eduardo Moreno Vídeo
Joan Rodón Música
Arnau Vilà Vestuario
Ana López Producción ejecutiva
Aitor Tejada
Una producción de Kamikaze Producciones en coproducción con Teatro Español de Madrid y Teatro Calderón de Valladolid y la colaboración del Teatro Palacio Valdés de Avilés
¿Por qué lo llaman “Deseo” cuando quieren decir “Miedo”?
Escrita por Miguel del Arco en 2003 Deseo solo ha podido llegar a los escenarios una década más tarde.
Ni que decir tiene que el nuevo proyecto del laureado Miguel del Arco venía precedido de mucha expectación. Particularmente me interesaba saber cómo sería la aproximación de Del Arco a este tema tan antiguo como subjetivo que esa fuerza vital llamada deseo.
Con un reparto de probada solvencia (Emma Suárez, Luis Merlo, Gonzalo de Castro y Belén López), Miguel del Arco nos presenta a unos personajes cuyo universo emocional, por unas u otras razones, se encuentra profundamente desestabilizado. Cuatro personalidades, cuatro momentos existenciales, cuatro vidas insatisfechas. Pero, ¿acaso no es ese el modus operandi del deseo? ¿No es su primera estrategia clavarnos el aguijón de la insatisfacción?
A través de unos diálogos muy fluidos, no exentos de buenas dosis de humor, vamos conociendo a los cuatro personajes. El armazón cómico, sin embargo, no nos puede despistar, bajo esa pequeña capa de desenfado se esconden profundas simas de inseguridad y decepción.
Y ahí surge la duda. Independientemente de cuál tomemos de las tres acepciones que recoge la RAE para término Deseo me pregunto en qué medida la pulsión que mueve a estos personajes es realmente el deseo o si, por el contrario, es el miedo. Miedo a no ser ya capaz de despertar atracción, en el caso de Manu; miedo a que nuestra relación de pareja no esté tan sólidamente asentada como pensamos, en el caso de Ana; miedo a no ser jamás querida, en el caso de Paula y miedo a quedarse solo en el caso de Teo.
Vivimos en una sociedad en la que se nos impone la obligatoriedad de triunfar. Triunfar en lo profesional, en lo económico, en lo social y, por supuesto, en lo sentimental. En todos estos campos esta exigencia provoca estrés y competitividad. Por ejemplo, a nivel sentimental esto hace que siempre tengamos que estar escaneándonos para comprobar si las opciones que hemos tomado son las más exitosas: Si tenemos pareja nos atormenta pensar que tal vez podríamos haber encontrado algo mejor; si no la tenemos, aunque estemos felices con nuestra soltería, no deja de preocuparnos que ésta sea interpretada por los demás como un fracaso. La neurosis llega al punto de que es fácil envidiar la vida de los demás, el comprometido envidia las oportunidades de aventura del soltero, el soltero la estabilidad del emparejado. Es decir, tememos siempre haber fallado en nuestras elecciones sean estas las que hayan sido.
Ana considera que su relación tiene una calidad más que aceptable pero basta una insinuación de Paula para que salten todas las alarmas. Es esta inseguridad, este miedo -no el deseo- lo que le hará embarcase en el peligroso juego de poner a prueba su relación. Paula, por su parte, presume de su promiscuidad sexual con una insistencia tal que evidencia la necesidad que tiene de reafirmarse en su elección. Denosta las relaciones estables, como la de Ana, igual que la zorra, dicho sin intención peyorativa, desprecia las uvas ¿No es esto también miedo a que su estilo de vida no sea la opción triunfadora? Lo que ha movido a Manu y Teo ha podido ser deseo erótico pero, también, miedo a la monotonía, a no ser capaces de seducir, miedo a envejecer; necesidad, por tanto, de reafirmarse más que atracción sexual o deseo de conquistar.
En fin, supongo que estas dos pulsiones, miedo y deseo, tienen unas relaciones mucho más intrincadas de lo que podría parecer en un primer momento.
Una vez puestos sobre la mesa los antecedentes de cada uno de los personajes la trama comienza a desarrollarse apoyada en unas interpretaciones muy convincentes, mención especial a Gonzalo de Castro y a Luis Merlo. La atención del espectador permanece ocupada con los ágiles diálogos aunque algunas situaciones no resultan especialmente originales y, en algún caso como, por ejemplo, las argucias de Paula se rozan peligrosamente los planteamientos de la comedia de enredo. Para compensar el desliz tenemos escenas de gran interés, como, por ejemplo, la primera cena en la casa de campo en la que, como si de un eco de Pinter se tratase, los personajes, tras una supuesta capa de cordialidad y afecto, experimentan verdaderos cataclismos interiores.
Los tintes cómicos de los primeros minutos de la obra van dando paso a tonalidades cada vez más sombrías que concluirán con trazos violentamente oscuros.
La escenografía es correcta aunque a veces se ha abusado de las opciones que da el mecanismo giratorio que permite presentar cada uno de los espacios. No faltan escenas de gran belleza, como esa en que Teo y Paula tienen un encuentro sexual mientras que en el otro dormitorio Ana, abatida, sentada en su cama, proyecta una imagen que, ayudada por una más que adecuada iluminación, evoca la poética desolación de algunos lienzos de Edward Hopper.
Creo que sería un ejercicio inútil comparar este trabajo con otros de Miguel del Arco. Cada obra tiene su momento, su teatro, su público y su mensaje.
En cualquier caso un producto teatral de muy buena hechura, que ha reunido a mucho talento de nuestra escena y que merece nuestra atención.
Dirección y Dramaturgia: Miguel del Arco Ayudante de dirección: Aitor Tejada
Reparto: Emma Suarez (Ana), Luis Merlo (Teo), Gonzalo de Castro (Manu) y Belén López (Paula)
Producción: Nicolás Belmonte, Carlos J. Larrañaga Escenografía: Eduardo Moreno Iluminación: Juanjo Llorens Vestuario: Ana López Sonido: Sandra Vicente Música: Arnau Vila
Teatro Cofidis Alcázar
Del 18 de enero al 28 de febrero de 2013