Crónica de «Reikiavik» de Juan Mayorga

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[ACTUALIZADO EL 29 DE MARZO DE 2016]

FINALISTA PREMIOS MAX 2016

Mejor Espectáculo Teatral
Mejor Autoría Teatral
Mejor Dirección de Escena

La estructura en iceberg en la que generalmente se sirven las dramaturgias de Juan Mayorga –en la superficie un atractivo, aunque sencillo, elemento que propone una monumental experiencia reflexiva en la profundidad– adopta en Reikiavik un cariz sensiblemente más complejo pues coexisten en el escenario dos planos: el real (de verosimilitud comprometida) y el de la representación (que, por el contrario, evoca un hecho histórico), cada uno de ellos arrojando mucho combustible para la reflexión.

En el plano «real» dos personajes cuyos nombres evocan de manera nada casual sendas derrotas napoleónicas –Bailén (Daniel Albaladejo) yreikiavik 1 Waterloo (César Sarachu)– escenifican un torneo legendario de ajedrez en un rincón apartado del parque de una ciudad. Pese a lo que pueda parecer, no están jugando al ajedrez, sino que simulan jugar encarnando a  dos míticos campeones (el norteamericano Bobby Fischer y el soviético Borís Spassky) que disputaron el título mundial en Reikiavik en 1972  en lo que fue llamado el «Match del siglo». Ninguno de los dos «actores» conoce más allá de los rudimentos del juego del ajedrez, de hecho se limitan a recrear partidas que han aprendido de memoria gracias a un libro encontrado por azar. A través de este ritual de personificación los dos hombres, cuya vida se antoja asaz gris, consiguen evadirse de su realidad para ser alguien diferente, alguien que ellos perciben como mejor. Mayorga apunta aquí a esa ineludible necesidad que nos conmina a intentar ser otro, a ese bombardeo multimediático diario que recibimos desde la niñez para que nos convirtamos en los modelos «de éxito» que nos ofrece la televisión, las revistas o el cine. La monótona existencia de estos dos «perdedores de parque» se justifica y revalida no por su propia experiencia vital sino, muy al contrario, gracias a su capacidad de convertirse por un instante en otro, en este caso en campeones del mundo de ajedrez.

Reikiavik_foto1_SergioParraDe manera casual, si es que el azar tuviera cabida en este reducto ajardinado cuya verosimilitud se antoja tan improbable como el recodo del camino de Esperando a Godot, aparece un joven muchacho (Elena Rayos) al que Waterloo parece estar esperando y al que recibe con un concluyente «si estás aquí es que te has desviado».

Será precisamente este personaje de largos silencios y de mirada sensible y escrutadora (marca de la casa «Elena Rayos») el que, por un lado, favorecerá con sus preguntas el desarrollo narrativo y, por el otro, gracias a su empatía con el público –su desconcierto y escepticismo inicial ante la situación es muy similar al que siente el espectador–, activará el mecanismo de suspensión de la incredulidad, dotando de realidad a una escena que sin el muchacho hubiera resultado difícilmente creíble.

Waterloo y Bailén irán encarnando, uno tras otro, a todos los personajes de la trágica vida de los jugadores en lo que supone un verdadero despliegue de recursos interpretativos para los actores: desde Henry Kissinger a un barrendero, desde Larissa, la esposa de Borís, hasta el pastor-confidente de Fischer. En este sentido hay que señalar que en su segunda dirección Mayorga ha abandonado completamente la esclerosis de la que, a mi parecer, adoleció la dirección del maravilloso texto «La lengua en pedazos». La propuesta es ágil, divertida y coral (recuerda al Sanzol más inspirado y enérgico).

El espectador resulta doblemente intrigado por esta estructura de teatro dentro del teatro (recurso que ya utilizado por el autor en otras ocasiones, como, por ejemplo, en Himmelweg). Por un lado, surgen las preguntas sobre los personajes que transitan en el plano supuestamente real, los dos hombres que se encuentran en el parque para oficiar el ritual catártico de la representación. Simultáneamente, es imposible sustraerse a las visicitudes de los dos jugadores de ajedrez en aquella partida histórica.Reikiavik_foto4_SergioParra

La partida, por supuesto, es también una excusa para la reflexión sobre temas que son recurrentes en el teatro de Mayorga, el mundo soviético (Cartas de amor a Stalin, Famélica, etc.) y la Guerra Fría, las sociedades secretas, los límites de la libertad, la familia, etc.

En ambos planos, el supuestamente real y el representado, Mayorga propone un juego de dobles que en un primer momento aparecen como antagónicos pero que evolucionan hasta mostrar una curiosa simetría. Esta propuesta es una suerte de Doppelgänger: Bailen y Waterloo en un primer momento aparecen muy diferenciados por su fisionomía y apariencia externa, pero poco a poco se descubre que, al menos en el juego, son perfectamente intercambiables. Fischer es un neurótico maleducado, mientras Spassky se conduce con la prudencia y la cortesía de un caballero, pero a la postre solo el uno puede entender al otro, solo el uno es como el otro. Este esquema especular también se produce en el  ámbito de las ideas, los dos sistemas capitalismo y comunismo aparecen en un primer momento como proyectos políticos antagónicos y, sin embargo, ambos muestran una perfecta simetría en la forma en que manipulan y amenazan a sus respectivos jugadores.

reikiavik 2Un aspecto que provocó un debate interesante tras la función fue el hecho de que los dos personajes representaran la partida una y otra vez «con pequeñas variaciones». Mientras que mi amigo, Moisés Romero Coleto, quiso ver en esta propuesta un brindis del Mayorga filósofo a los postulados sobre la historia infinita de Hans Blumenberg, en el sentido de que aceptando que lo pasado no es un modelo de hechos cerrados y autofundados, la historia se puede narrar de forma infinita. Yo, por mi parte, quizá pensando en el Mayorga matemático quise ver en esta repetición de la partida de ajedrez de manera que siguiendo la mismas reglas ésta siempre fuese distinta la teoría del multiverso, siguiendo la estela de otras interesantes dramaturgias como «Mundos posibles» (1990) John Mighton o «Constelaciones» (2012) de Nick Payne.

Reikiavik es una dramaturgia estimulante que constata que el músculo creador de Juan Mayorga sigue absolutamente tensado y que continúa apostando por un teatro que provoque reflexión en los espectadores. La magnífica interpretación y la acertada dirección posiblemente harán de esta propuesta uno de los montajes más interesantes de esta temporada.


REIKIAVIK
Próximas funciones:
28 de septiembre a 30 de octubre de 2016

Horario: martes a sábado a las 19:00 horas y domingo a las 18:00 horas

CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL Sala Francisco Nieva – Teatro Valle-Inclán
Plaza de Lavapiés s/n 28012 Madrid
Entradas aquí

TEXTO Y DIRECCIÓN Juan Mayorga

EQUIPO TÉCNICO
Escenografía y vestuario Alejandro Andújar
Iluminación Juan Gómez-Cornejo
Imagen Malou Bergman
Espacio sonoro Mariano García
Ayudante de dirección Clara Sanchís

REPARTO (por orden alfabético)
Bailén Daniel Albaladejo
Muchacho Elena Rayos
Waterloo César Sarachu

Producción Entrecajas Producciones Teatrales

Crónica de «Famélica» de Juan Mayorga

 

Un desmotivado trabajador (Juanma Díez) de una importante compañía recibe una inesperada proposición por parte de dos comilitones: Antonio (Xoel López), miembro del consejo de dirección, y su chófer, Palmiro (Rulo Pardo), le ofrecen la posibilidad de liberarse de la servidumbre del trabajo. La propuesta es ciertamente tentadora: si se une a esta sociedad secreta no tendrá que dar palo al agua nunca más, de hecho, podrá pasarse la jornada laboral dedicándose solamente a aquello que le haga feliz. La organización le garantiza protección dentro de un sistema en que todos los miembros están igualados por su inexistente productividad… Esta actitud tan radicalmente insolidaria con el resto de la plantilla será justificada a través de una nueva y maniquea concepción de un comunismo sofisticadamente evolucionado que, en vez de proteger a las masas, da cobertura logística –e ideológica– a una minoría de privilegiados… Oh, wait! ¿No fue precisamente en esto en lo que se convirtieron –y se convierten– indefectiblemente todos los regímenes totalitarios?famélica1

Oportuno Mayorga

Además de las otras características habituales que hacen tan atractivo en el teatro de Juan Mayorga, a saber, uso espléndido del idioma; posicionamiento filosófico a la hora de interpretar la realidad; apabullante solvencia intelectual; preocupación por los dilemas éticos de los personajes; fina ironía; inapelable llamada a la reflexión al espectador, etc., en «Famélica» se ha producido, además, un venturoso ejercicio de actualidad.  Y es que en un momento en el que, con motivo del resultado de las elecciones municipales y regionales, se está produciendo un revival ideológico en el que términos que hasta hace poco parecían circunscritos a la disciplina histórica –sustantivos del tipo «soviets», «comuna», etc.– vuelven a ser usados de forma generalizada (a veces con intención peyorativa y otras con énfasis nostálgico, según el gusto del consumidor).

La propia anécdota que recoge la trama sobre el miembro del consejo de administración de la empresa a quién le cambia el chip a causa del hastío que le provoca su trabajo, por lo que decide adoptar el nombre de un ideólogo e histórico dirigente del Partido Comunista Italiano, Antonio Gramsci, y, dando un triple salto mortal vital, abandona las obligaciones inherentes a su alta responsabilidad para fundar una organización secreta consagrada a la indolencia laboral, resultaría, en principio, una audaz licencia del género cómico y, sin embargo, hace pocos días hemos asistido a través de los medios de comunicación a una transformación semejante con la vertiginosa metamorfosis de un alto cargo de una empresa pública valenciana que, en cuestión de semanas, ha pasado de ser un corrupto comisionista a un hippie iluminado (de oruga a mariposa sin pasar por la fase de crisálida).

marcos benavent
Transformación de Marcos Benavent: de gerente de Imelsa a Hippie en cuatro meses

Evolución del pensamiento

Con todo, la parte que más me ha fascinado de este divertido montaje ha sido que, a pesar del envoltorio cómico con que está servido el texto, Mayorga no se ha sustraído a la tentación de meter alguna puya filosófica. Destaco la reflexión que el autor plantea –entre risas del público– sobre el impredecible devenir de las creaciones del pensamiento humano. En un diálogo revelador en el que el nuevo acólito, Enrico, expone sus dudas sobre la posibilidad de consensuar el término «comunismo» con el objetivo de la sociedad secreta que solo aspira a mejorar las condiciones laborales de un 10 % de la plantilla Antonio da una clave nada baladí sobre la evolución de las ideas:

Enrico– La idea que yo tengo del comunismo… Lo que toda la vida se ha entendido por comunismo…
Antonio– La idea comunista es dialéctica.
Enrico– ¿Cómo dialéctica?
Antonio– Dinámica. No es estática. Dialoga con la Historia.
Enrico– Ah, dialéctica.
Antonio– Marx pronosticó que la revolución comenzaría en la industriosa Inglaterra y comenzó en la indolente Rusia. La idea comunista es dialéctica. A día de hoy, la idea comunista no puede realizarse como alternativa al modo de producción capitalista. Puede realizarse dentro del modo de producción capitalista. Es dentro de la empresa capitalista donde los trabajadores pueden, a día de hoy, hacer realidad la idea comunista
.

IMG_17951En realidad Mayorga plantea aquí, en clave de presente/futuro, algo que ya ocurrió en el pasado(a los interesados en este periodo histórico les recomiendo encaredidamente leer el texto de Juan Mayorga «Cartas de amor a Stalin»).

Efectivamente, si hoy puede seguir habiendo partidos comunistas (después de Stalin, de Hoxha, de Mao, etc.) es porque en un momento dado, y enfrentados a la coyuntura de su desaparición por descrédito acumulado, los ideólogos del comunismo reaccionan y haciendo un ejercicio de posibilismo político pero también, y ¿por qué, no decirlo?, de infinita hipocresía, deciden que lo que había sido pensamiento fundacional e inmutable doctrina ortodoxa de la que no se podía cambiar ni una coma, ahora se transforma en una cosa completamente diferente, en sintonía con el novedoso e irrenunciable deseo de participación en la vida política de los ciudadanos –pero que, para salvar los trastos, se seguirá denominando igual–. La cobertura filosófica para pasar del marxismo al, por ejemplo, eurocomunismo es exactamente este nuevo elemento –cogido con alfileres en el último minuto– que propugna esa idea falaz de un supuesto diálogo de la doctrina comunista con la Historia.

Conclusión: Advertencia spoiler (o repaso de historia)

Ecos de la histeria que condujo al stalinismo hasta el disparate se reproducen rápidamente en la nueva sociedad secreta en la obra: lucha por el poder; pérdida de energía en inútiles debates meramente ideológicos (Enrico se esfuerza en encontrar un sinónimo al término «famélica» que aparece en la letra de La Internacional, un adjetivo que sea coherente con el confort que disfruta el nuevo sujeto del marxismo renovado –las clases medias–); imposición del culto al líder; falta de democracia interna y las purgas por sospechas (fundadas o imaginarias) sobre la sinceridad de la adhesión a la organización.

Estos elementos irán minando el proyecto que, una vez debilitado, deberá enfrentarse a la mayor amenaza: la aparición de una nueva sociedad secreta: los anarquistas.

Agotados ambos grupos disidentes –neocomunistas y neoanarquistas– por sus luchas para liderar el proyecto absentista, el viejo orden capitalista volverá a tomar el control de la mano de una infiltrada (Nieves de Medina) que dará su verdadera cara exactamente en el momento en que consigue imponerse arrebatándoles el poder y acabando así con sus quiméricos proyectos de libertad y felicidad. La vida misma…


El montaje

Parece ser que la gestación de «Famélica» no fue completamente ortodoxa sino que Mayorga aprovechó la experiencia de un trabajo previo de la compañía La Cantera, para proponer la creación de un montaje en connivencia con el director Jorge Sánchez y los miembros de dicha compañía a los que fue dando escenas sueltas que iban montando sin conocer la totalidad del texto, enriqueciendo así el montaje con las aportaciones del equipo artístico.

famélica 2El 21 de marzo de 2015 se estrenaba dentro del festival Ateneo Mucha Vida. El 16 y 17 de mayo se pudo ver en el Teatro del Barrio y después de dos temporadas en el Teatro Lara ahora retorna la sala de la calle Zurita.

Lo cierto es que el resultado ha sido un producto muy divertido, en el que la palabra es la verdadera protagonista (la escenografía está reducida a la mínima expresión), en donde la tensión se sustenta en unas interpretaciones muy solventes y en esas invitaciones a la reflexión y a la risa que lanza Mayorga a partir de unos diálogos aparentemente disparatados. A pesar de estos aciertos hay que señalar que el ritmo no es siempre uniforme, pero lo cierto es que tras los momentos valle se suele remontar con mucha pujanza.



Teatro sobe el mundo de la empresa

El entorno empresarial y las relaciones que en él se fraguan son una jugosísima materia para la producción escénica, especialmente cuando se abordan los conflictos que surgen en las grandes corporaciones donde, por definición, se asume el pacto tácito de que la moral secular queda suspendida dentro del dominio de la empresa. Por lo tanto, en este principado de hormigón, pladur y capitalismo desbocado, las reglas de juego se establecen partiendo de una ética ad hoc –generada no se sabe bien por quién–, que persigue objetivos herméticos (completamente extraños a la esfera de interés –o comprensión– de los implicados). Y es que, aunque a priori no hay nada malo en un sistema de valores prêt-à-porter para un ámbito tan concreto como el profesional, lo que desorienta y frustra al que se encuentra sometido a dicha estructura es precisamente que, en la mayoría de los casos, los integrantes de esa organización –desde el director general hasta el bedel– ignoran la exacta finalidad de dicho sistema de valores –si es que tuviera alguna– y, además, desconocen completamente el origen y proceso creativo del corpus normativo al que se encuentran sometidos (por no hablar, por ejemplo, de los esotéricos mecanismos que han servido para establecer el lugar que cada uno ocupa en la escala jerárquica de la organización). Nos allanamos, pues, a padecer un sistema que no entendemos con la misma incomprensión y fatalismo con el que nos conformamos a sufrir un inoportuno quiste sebáceo que aparece, sin saber por qué, en la punta de la nariz..

A pesar de la relevancia del modelo empresarial en la sociedad actual y de las tensiones y conflictos que se producen en este entorno, en España no se estrenan muchas obras que aborden este tema. Si comparamos, por ejemplo, con producciones que tratan sobre el mundo de la familia, la pareja o los entresijos del mundo de la política, la empresa sale significativamente marginada en cuanto a visibilidad escénica.

Y hecha esta afirmación, es de justicia subrayar que en los últimos tiempos hemos disfrutado de magníficas dramaturgias que, ya en clave de comedia, de drama o una cuchara de cada taza, han ofrecido sabrosas radiografías de las disparatadas relaciones que se crean en el entorno corporativo. Solo por citar algunas de las más interesantes que me vienen ahora a la cabeza mencionaría la descarnada El método Grönholm (2003) de Jordi Galcerán que puso el enfoque sobre los aberrantes procedimientos de selección de personal que usaban (usan) algunas empresas; La punta del Iceberg (2014) de Antonio Tabares basada en el caso real de una firma europea en la que la irresistible presión a la que fueron sometidos unos directivos y empleados condujo a alguno de ellos a la drástica salida del suicidio. Aventura! (2012) de Alfredo Sanzol. Una tragicomedia en la que una operación financiera con un empresario chino acaba en la venta a éste de una de las empleadas de la empresa sin que ninguno de sus compañeros llegue a plantear ninguna objeción moral; Los cuatro de Düsseldorf (2014) de José Padilla una desternillante epopeya sobre las consecuencias de que un elemento insignificante de la organización –un bedel– se revele como un genio de la manipulación consiguiendo subvertir el statu quo jerárquico y poniendo al descubierto las limitaciones e incapacidad de los que, hasta ese momento, eran sus superiores.

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Dramaturgia: Juan Mayorga
Dirección: Jorge Sánchez
Elenco:
Mabel del Pozo,
Juanma Díez
Xoel Fernández
Anibal Soto.

Voz en Off: José Coronado
Ayudante de dirección y producción: Marta Cuenca
Diseño Escenográfico: Carmen Lara Cuenca
Realización Escenográfica: Tania Barredo, Cristina Saldaña, Kaveh Izadyar
Diseño de Sonido e iluminación: Maykel Rodríguez
Fotos: Miguel Atienza
Producción: Juanma Diez, Xoel Fernándes y Jorge Sánchez
Con la ayuda de: Jamming y Estudio Juan Codina
Un proyecto de LA CANTERA exploraciones teatrales


Funciones

Teatro del Barrio c/Zurita, 20 28012 Madrid teléfono 91 084 36 92
FAMÉLICA se podrá disfrutar los domingos desde el 25 de septiembre al 6 de noviembre  en Teatro del Barrio de Madrid. Entradas a la venta aquí.

Dossier aquí.

Septiembre 2012 / agosto 2013. Un año de teatro. Miguel Pérez Valiente para Pastiche

Septiembre 2012/ agosto 2013. Un año de teatro. Miguel Pérez Valiente*

Artículo publicado el 5 de octubre de 2013 en el número 7 de  la revista Pastiche 

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Pastiche nº 7

 

La intención de escribir unas líneas sobre el curso teatral recién concluido obedece mucho más a un deseo de dejar testimonio de una experiencia en el plano personal que al propósito de elaborar un exhaustivo catálogo de las obras representadas en Madrid desde septiembre 2012 hasta finales de agosto pasado. Este recorrido no persigue hacer un sesudo tratado teatral ni un inventario de virtudes y calidades de la cartelera entre septiembre de 2012 y este pasado agosto. Se trata, más bien, de fijar en el papel algunas emociones, reflexiones y sucintas consideraciones, muy personales, ergo subjetivas, con el deseo de celebrar lo que ha sido, con todo el componente heroico que la precaria coyuntura económica conlleva, un muy provechoso año de teatro en la ciudad de Madrid. Asimismo este artículo rinde homenaje a esas salas y creadores que asumiendo no poco riesgo personal siguen por la gracia de su esfuerzo inundándonos de entusiasmo hacia la expresión escénica. Gracias a ellos que nos abren puertas mentales y nos reinfectan de ese transformador virus del teatro.

Faltarán en estas notas muchas de las obras que han despuntado ya que ni el espacio, necesariamente limitado, de este artículo lo permite, ni el autor de este compendio conoce toda la extensa oferta que se ha presentado en la ciudad durante este periodo ni pretende crear ningún tipo de jerarquía en método de exposición, por lo tanto, intentar elaborar un listado meticuloso y jerárquico sobrepasaría ampliamente el objetivo de esta reseña. El único criterio que interferirá con la libérrima potestad de la memoria, y esto sólo en contadas ocasiones, será el ánimo de destacar aquellos trabajos de notable calidad que por cualesquiera que sean los motivos entienda el autor que no han tenido toda la difusión que a sus méritos correspondía.

Madrid es Off

El curso recién terminado ha visto la absoluta consolidación del circuito Off madrileño. Por el número de salas abiertas, que a pesar de algún doloroso cierre, se ha visto incrementado en términos absolutos; por la variedad y la calidad de la oferta y, sobre todo, por la valentía, el empeño y la vocación de gestores, programadores, compañías, actores, directores, dramaturgos, etc., el Off se ha establecido como un verdadero motor de la vida cultural de la ciudad. Su dinamismo, su flexibilidad, la frescura de sus propuestas y la capacidad para atraer a talentos emergentes e integrarlos junto a valores ya consagrados supone un enorme valor añadido a la oferta de la escena madrileña.

A la cabeza de las salas alternativas se encuentra, en mi opinión, La Casa de la Portera verdadero buque insignia de este fenómeno y espacio imprescindible para entender qué es lo que se está cociendo en Madrid a nivel teatral. En apenas un año de existencia y con sólo dos temporadas a su espalda ha demostrado una especial lucidez a la hora de programar, consiguiendo atraer hacia su proyecto, en tan breve espacio de tiempo, a una pléyade de artistas como Paco Bezerra, Luis Luque, Carlos Be, Miguel Albadalejo, José Padilla, Francesco Carril, Denise Despeyroux o Rubén Ochandiano entre muchos otros, que evidencia la vitalidad creativa que, a pesar de todo, se está generando en los últimos años en nuestro país.

Sin embargo, este vigoroso estallido Off está lejos de ser patrimonio de un solo espacio, muchas otras salas con enorme tenacidad, oficio y grandes dosis de intuición siguen ofreciendo interesantes y muy trabajadas programaciones: Cuarta Pared, Sala Triángulo, Kubik Fabrik, Sala Mirador, Lagrada, Teatro Pradillo, Off del Teatro Lara, Nudo Teatro, Teatro la Puerta Estrecha, Sala Montacargas, La Usina, Azarte, Sala Tarambana o las nuevas y pujantes incorporaciones como El Sol de York, Teatro del ArteSala Tú y Nave 73 junto con encantadores teatros “joya” como los Teatros Guindalera o Tribueñe; espacios dirigidos a favorecer la creación artística como Draft.inn o Nuevo teatro fronterizo y escuelas de artes escénicas con programación propia como Bulubú y Plot Point, entre otras. En el reverso de la moneda hay que lamentar el cierre de algunas salas como el Teatro Arenal, el Arlequín y, muy especialmente, el querido Garaje Lumière cuya aportación ha sido fundamental para este despegue del circuito Off.

Quizá uno de las consecuencias más interesantes del acercamiento que propicia la mayor flexibilidad de la escena Off ha sido un contacto cualitativamente mucho más rico con las audiencias y una sensibilización por parte de salas y programadores sobre la importancia de mantener vías de comunicación con el público. A través de las redes sociales, blogs o revistas en línea se han ido articulando grupos de aficionados que desean tener una mayor implicación en el fenómeno escénico. Se trata de superar la antigua distribución de roles en la que únicamente se esperaba del espectador que comprase su entrada y aplaudiese al finalizar la función mientras que toda la iniciativa quedaba en manos de programadores, creadores y teatros. Cada vez más programadores desean recibir el feedback de sus audiencias no sólo en términos de resultados de taquilla o mediante estáticos “encuentros con el público” al final de la función; han entendido la importancia de ganarse la complicidad de los espectadores involucrándoles en sus proyectos incluso durante el proceso creativo. En este sentido, resulta especialmente interesante la iniciativa de algunas salas y teatros de acoger a espectadores activos durante los ensayos o sesiones de trabajo, algo que no sólo sirve para satisfacer la curiosidad de los espectadores sino que también pueden aprovechar los creadores para pulsar las impresiones de la audiencia incluso desde un estadio embrionario del proyecto. Por otro lado, la gran cantidad de blogs donde aficionados al teatro ofrecen sus críticas teatrales de manera amateur completa, por su visión  fresca y posición menos comprometida, complementan el interesante enfoque de las críticas profesionales.

Especialmente en un momento en el que más y más creadores se vuelven hacia el público demandando apoyo financiero para sus proyectos a través de iniciativas de crowdfunding o micro-mecenazgo es cuando se hace evidente que la correspondencia entre público e industria teatral es un  activo que no debe ser pasado por alto.

¡Goya!, ¡Goya!, ¡Goya!

Quizá si este fuera otro país, si España no fuera, en esencia, el mismo laberinto de trincheras y desconfianza del que Goya tuvo que exilarse, el genio de Fuendetodos sería hoy en día un personaje imprescindible en nuestras tablas. La encrucijada histórica que le obligó a posar sus pisadas de gigante en el traqueteante y siempre inestable puente de madera que separa a las dos Españas y su imaginación prodigiosa fruto de la cual surgió un universo iconográfico emborrachado de desencanto y sabia locura, habrían sido un fértil caño de fresca inspiración al que recurrieran sedientos autores de todas las generaciones. Pero, como digo, esto es España y la Historia nos interesa lo justo. Nos atrae si podemos utilizarla en nuestro argumentario político,  si la podemos arrojar a nuestro oponente como si de una bomba de racimo se tratara en el fragor del debate.  Pero su figura se salva de la manipulación por su extraordinaria dimensión que impide que pueda ser enarbolado como bandera de contiendas actuales. Goya es demasiado grande para ser encajonado dentro de los ínfimos compartimentos sobre los que se construyen las ideologías. Por eso ha sido extraordinariamente feliz que en este curso teatral hayamos tenido en Madrid no uno sino dos estupendos trabajos teatrales sobre la figura del genio:

En enero llegó al CBA, Sala Fernando de Rojas: El sueño de la razón de Antonio Buero Vallejo. Montaje dirigido por Paco Macià con Juan Meseguer en el papel de Goya. Completaban el reparto Eloísa Azorín, César Oliva, Toni Medina, Manuel Menarguez, Vicente Rodado y Verónica Bermúdez. Un montaje de la Compañía Ferroviaria de Artes Escénicas de una belleza plástica sorprendente que llegó a Madrid con incomprensible sigilo, lo que, según mi opinión, no favoreció que cosechase todo el éxito ni tuviera la potente repercusión que merecía. La encrucijada vital de Goya en las últimas semanas de tribulación antes de su salida de España se plasmarían en su Pinturas Negras que en esta producción adquieren la categoría de verdaderas visiones o ensoñaciones proféticas de un futuro incierto lleno de amenazas y peligros.

Una de las últimas obras que pudimos ver representadas en el lamentablemente desaparecido Garaje Lumière fue Lucientes, ¿sois almas en pena o sois hijos de puta? de la compañía La Intemerata Una propuesta llena de vigor y  contenido de Pilar Almansa con vibrante dirección de Rakel Camacho en la que se revisan, en clave actual, algunos de los elementos definitorios del capricho goyesco y del fértil e inquietante imaginario del genio.

Providencial inspiración

A Nuestra Señora de las nubes, de Arístides Vargas con dirección de Lino Ferreira, llegué de una forma algo casual. De hecho, fui a Matadero -en uno de cuyos espacios estaba programando Kubik Fabrik durante las obras que tuvieron lugar en su sede- con la intención de asistir a otra función que se representaba en el recinto. Al darme cuenta de que ese día se presentaba la última función de Nuestra Señora hice un cambio de planes sin más motivo que el de seguir el mandato de uno de esos raros pálpitos que, de improviso, nos inclinan hacia una hermosura que intuimos pero de la que no tenemos ninguna certeza.  Y así fue como el disfrute fue mayor porque en esta afortunada ocasión la belleza de un texto impregnado de poesía y la eficaz interpretación fueron aliadas de la sorpresa de un descubrimiento inesperado.

En este montaje de El Óbolo Producciones, dos exiliados -Inma Nieto y Julio Cortázar-  intentan reconstruir la desvaída memoria de su pueblo, aunque ésta, como precioso paño agostado de tiempo y distancia, se halla deshilachada de su urdimbre. En el proceso de recomposición del tejido emocional de los desubicados aparecen variados y carismáticos personajes construyendo un espacio mágico en el espectador, que ignora cuánto hay de realidad y cuánto hay de recuerdo procesado. La exigencia para los intérpretes es máxima y es de ley manifestar que tanto Inma como Julio pasan la prueba sobrados de talento e inspiración.

El ocaso de los buenos

Una de las propuestas más interesantes de la XIII Edición del Festival Escena Contemporánea fue la que nos trajo la compañía valenciana El Pont Flotant, un trabajo coral de título Algunas personas buenas que pudimos ver en el Teatro Lagrada. La obra está planteada como un extenso flash forward que nos trasladará al tiempo de la vejez de los propios miembros de la compañía teatral, a saber, Àlex Cantó, Joan Collado, Jesús Muñoz y Pau Pons.

En la edad del desarraigo vital, desasistidos de fuerzas y cuando la certeza del inminente derrumbe cristaliza en una desconfianza que como un extenso queloide se instala bajo la ajada piel, estos ancianos, cuyo universo se ha reducido a las cuatro paredes de un bar tan desvencijado como sus olvidados proyectos de juventud, se inflaman de un último y acuciante deseo de dar a esta sociedad enferma un último trabajo que tal vez les redima de todas sus deserciones. Los espectadores podrán acompañarles en el proceso de creación de su canto de cisne. Este último viaje permitirá a los actores realizar un prodigioso despliegue de recursos interpretativos y demostrar su absoluto control del teatro físico. Reflexiones, teñidas de melancolía, sobre la incoherencia entre nuestro discurso y nuestras acciones, sobre el efecto devastador del paso del tiempo sólo levemente mitigado mediante grandes dosis de ironía y humor y sobre la necesidad de sobreponerse a las propias convicciones para poder seguir existiendo. Despojados de discursos y banderas, de proyectos e ideales, emergen, en la fragilidad de un tiempo que se acaba, cuatro personas buenas.

El laberinto de la memoria

La producciones propias del Teatro Guindalera ofrecen unos estándares de calidad tanto a nivel de elección de textos como a nivel  interpretativo tan extraordinariamente altos que hacen que, desde cualquier punto de vista, esta querida sala madrileña sea imprescindible para cualquiera que viva en la capital o se acerque a ésta con la loable intención de ver buen teatro.

La gema que nos han ofrecido esta temporada El Fantástico Francis Hardy curandero es un hermosísimo texto de Brian Friel que fue presentado con la delicada y preciosista dirección de Juan Pastor y las memorables interpretaciones de Bruno Lastra, María Pastor y Felipe Andrés. Un montaje estructurado en cuatro brillantes monólogos en los que tres personajes narran, sin correspondencia cronológica, los mismos sucesos. Además de la dislocación espacio-temporal, cada personaje contará su versión de los hechos desde el condicionamiento de su propia herida. Francis Hardy se debatirá en la duda sobre la posibilidad de su don sanador; Grace dará testimonio de su profunda decepción por el siempre vacilante afecto de Hardy y Teddy, en una asombrosa escena, resolverá alguna de las claves de la pareja al mismo tiempo que hará una afiladísima reflexión sobre los vínculos entre el talento y la inteligencia.

Acudí a esta función en tres ocasiones y en todas ellas salí conmocionado porque el texto incita a la reflexión sobre unas cuestiones de enorme calado vital como la posibilidad del amor, la utilidad del talento o la ilimitada capacidad para decepcionar que tenemos los seres humanos.  Sería un extraordinario regalo volver a ver este montaje que aún tiene mucho que ofrecer.

Por otro lado, muy pronto podremos disfrutar del nuevo montaje de esta sala, Duet for one de Tom Kempinski. Una obra inspirada en la vida de Jacqueline du Pré con dirección de Juan Pastor.

Tratado sobre la destrucción de la belleza

Dentro de la programación de la trigésima edición del Festival de Otoño a Primavera pudimos disfrutar en Teatros del Canal de la propuesta de la autora, directora y actriz, Angélica Liddell, Ping Pang Qiu una producción de Iaquinandi S.L. en coproducción con Comédie de Valence, Centre dramatique national Drôme, Ardèche y Festival Temporada Alta 2012. Una maravillosa reflexión en clave documental sobre la destrucción de la expresión artística en aras de la consecución de objetivos políticos y doctrinarios. Un tema especialmente interesante para un país como el nuestro donde la imposición de la ideología ha sido siempre un asunto más acuciante que la preservación de las creaciones artísticas y culturales acumuladas durante siglos.

A través de una exposición profundamente poética Angélica Liddell relata la sistemática destrucción de la milenaria cultura china durante la era de oscuridad histórica que irónicamente vino a llamarse “Revolución Cultural”. Este infame episodio sirve a la autora de excusa para reflexionar sobre la fragilidad de la creación artística: Destruir un texto sublime se puede hacer con un gesto tan sencillo como lanzar un libro al fuego.

Asimismo durante el montaje aflorarán algunos de los fantasmas y fetiches de la difícilmente clasificable creadora a la que afortunadamente podremos volver a ver en Madrid -una vez más en Teatros del Canal- en la XXXI Edición del Festival de Otoño a Primavera con su nuevo trabajo, Todo el cielo sobre la tierra.

Ellas crearon y siguen creando

Por supuesto, el gran bombazo a nivel de teatro clásico de la pasada temporada ha sido el sensacional montaje de la Compañía Nacional de Teatro Clásico La vida es sueño en versión de Juan Mayorga con dirección de la propia directora de la Compañía, Helena Pimenta, y con una impresionante Blanca Portillo en el papel de Segismundo. Poco se puede añadir a lo muchísimo que se ha dicho ya de este enorme montaje que desde el minuto uno gozó merecidamente de la más entusiasta respuesta del público. Además, a partir del 19 de marzo y hasta el 20 de abril de 2014 volverá a estar en cartel en el Teatro Pavón sede temporal de la Compañía Nacional de Teatro Clásico.

Es precisamente Fernando Sansegundo,  quien en la  La vida es sueño interpretó el papel de Clotaldo, el autor y director de un interesantísimo trabajo sobre tres creadoras en lengua española que fue otra de los regalos de la temporada. Barrocamiento aprovecha los habituales prodigios que se producen en la noche de ánimas para traer al presente a Sor Juana Inés de la Cruz, María de Zayas y Feliciana Enríquez oportunidad que las tres autoras  utilizan para hacer el panegírico de su vida y obra.  Un trabajo delicioso en el que se enredan a placer el verso de Sansegundo y el de las tres notables escritoras. Una propuesta necesaria, llena de lirismo y de humor inteligente que nos contagia del pálpito creador de estas mujeres que, no sin gran sacrificio personal pudieron sobreponerse a los dictámenes de una sociedad que las relegaba al matrimonio o a la vida consagrada.

La ordenadora de las palabras y el talento desbordado

Enlazando con lo que se comentaba al principio de este apartado sobre la figura de Goya y a la vista de la secular predilección que tenemos en esta nación para olvidar a nuestros ilustres, la obra El Diccionario de Manuel Calzada Pérez con dirección de Juan Carlos Plaza y rotunda interpretación de Vicky Peña en el papel de una de las intelectuales más desconocidas de nuestra historia reciente, María Moliner, fue una gratísima sorpresa y una enorme acierto de programación del Teatro de la Abadía que confió en un autor novel y en un texto inédito. Un texto de una calidad sobresaliente que no sólo rehabilita a María Moliner como la extraordinaria intelectual que fue -incluso si se hubiera quedado en el formato documentalista hubiera sido interesante-, pero lo extraordinario de esta dramaturgia es que, además, nos ofrece el semblante humano de la protagonista en el que descubrimos a un ser lleno de humor, de humildad y de fragilidad. Una mujer que también sufrió la discriminación por razón de su sexo siéndole negado, a pesar de su monumental trabajo, el ingreso en la Real Academia de la Lengua Española. Poco habían cambiado las cosas desde la época de las heroínas de Barrocamiento. Una función interesantísima de inesperado aprovechamiento tanto a nivel estético como intelectual. Una obra necesaria que afortunadamente será rescatada para la programación de la temporada que ahora empieza y que por lo tanto recomiendo encarecidamente.

Otro de los regalos que nos hizo el Teatro de la Abadía en esta temporada recién concluida fue la programación de dos trabajos de Miguel del Arco que, a pesar de tratarse de sendas reposiciones, han sido recibidos por el público con el entusiasmo de los estrenos. Por un lado El juicio a una zorra y por otro la portentosa Función por hacer. De nuevo hay poco que añadir a la abrumadora avalancha de elogios que recibió esta versión libre de del Arco de Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello. Personalmente creo que La función por hacer es una máquina de crear afición teatral, una clase magistral de dirección de actores y, en fin, un trabajo épico que estará en los anales de la escena madrileña como uno de los más preclaros exponentes de la fuerza expresiva del género escénico. Miguel del Arco prepara en estos momentos su nuevo trabajo El misántropo que promete ser una de las grandes propuestas de la próxima temporada.

Un acontecimiento extraordinario

La adaptación que hizo Luis Luque del Diario de un loco de Nikolai Gógol, extraordinariamente interpretada por José Luis García-Pérez, fue, sin ningún lugar a duda, uno de los hitos de la temporada. La firmeza con la que Luque asió al inquietante personaje de Gógol trasladándolo  con brazo firme por el camino de la poesía desde el amenazante territorio de la esquizofrenia hasta los dominios de la vulnerable docilidad es el valor añadido que consiguió que este cuento desasosegante resplandeciera durante una representación que gracias al oficio del actor  estuvo cargada de intensidad emocional y matices líricos. La sencilla pero siempre evocadora escenografía completó el panorama de una función mágica cuyo regreso a los escenarios será entre el 18 de octubre y 17 de noviembre en Las Naves del Matadero.

El mandato de la ternura

Otro de los regalos de esta temporada ha sido la reposición de obra Muda de Pablo Messiez programada esta vez en el Sol de York. Messiez es sinónimo de emoción, de disparo al corazón, de belleza doméstica y poesía cercana. Cuando su lírica se combina con el nervio de artistas como Fernanda Orazi, Marianela Pensado y Óscar Velado surge un explosivo cóctel molotov que los actores no dudan en lanzar hacia el patio de butacas. Como espectador uno siente que la piel se somete al impacto de las palabras y deja paso franco hacia las entrañas que se encogen estremecidas. Obviamente cuando uno prueba esa droga quiere más por eso espero ansioso el estreno de su próximo trabajo Las Palabras que en madrid llegará a la Sala Cuarta Paredy el “Mes Messiez” programado en la Sala Mirador.

Memoria Histórica

Hace apenas unas semanas tuvimos la oportunidad de disfrutar en la sala Nave 73 del montaje de Alba Valldaura, La Iaia, memoria histórica un delicioso relato familiar e intimista donde la polivalente actriz encarna, entre otros personajes, a su propia abuela y le da la voz que ella ya no tiene para así narrar una serie de experiencias vitales, recuerdos y anécdotas cargadas de emoción, ironía y no poco sentido del humor. La artista catalana realiza un despliegue apabullante de recursos interpretativos y demuestra una precisión y un talento que merecen una cuidadosa consideración por parte de los programadores madrileños.